El apartheid (‘separación’ en lengua afrikáans) da nombre al sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia en vigor entre 1948 y 1992. Este régimen se sustentaba en leyes que discriminaban a la población negra e india de Sudáfrica. Y fue impulsado por los descendientes de los colonos europeos, que querían mantener sus privilegios frente a la población autóctona. Nelson Mandela simboliza la resistencia frente a la opresión, y el diálogo que permitió erradicar el apartheid.
La Convención sobre el Apartheid, aprobada por Naciones Unidas en 1973, y el Estatuto de Roma que dio origen a la Corte Penal Internacional (1998) definen este régimen como un crimen de lesa humanidad: “Actos inhumanos cometidos con el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de seres humanos y oprimirlos sistemáticamente”. En otras palabras, el apartheid es “un régimen institucionalizado de opresión” que tiene como uno objetivo “mantener ese régimen”.
Entre los “actos inhumanos” identificados en la Convención y en el Estatuto de Roma se encuentran el “traslado forzoso”, la “expropiación de propiedades territoriales”, la “creación de reservas y guetos separados”, la denegación del “derecho a salir y regresar a su país”, y el “derecho a una nacionalidad”. Es, concluyen, un crimen de lesa humanidad “la privación intencionada y grave de derechos fundamentales contraria al derecho internacional por razón de la identidad (racial, nacional o étnica) del grupo o colectividad”.
¿Podemos utilizar el término ‘apartheid’ a la hora de explicar la actuación del Estado de Israel respecto a la población palestina? La mejor respuesta la puede aportar alguien que conoce bien los dos contextos históricos, el de Sudáfrica, y el de Israel y Palestina.
Benjamin Pogrund se crió en Sudáfrica. Comenzó su carrera como periodista en 1958, escribiendo para The Rand Daily Mail en Johannesburgo. Era el único periódico que informaba sobre la opresión que sufría la población negra e india. Documentó las torturas que padecían los presos y la masacre de Sharpeville el 21 de marzo de 1960: la policía disparó contra una manifestación que protestaba por el apartheid, asesinando a 69 personas, la mayoría mujeres y niños. Su trabajo como periodista le costó numerosas condenas, incluso de cárcel. Pogrund emigró con su esposa a Israel en 1997. Vive en Jerusalén.
Durante décadas, Benjamín Pogrund rechazó la aplicación del término apartheid a Israel. Su tesis, defendida en multitud de artículos y conferencias, consideraba que “cualquiera que sepa lo que era el apartheid y que lo atribuya a Israel hoy en día, es, en el mejor de los casos, ignorante e ingenuo y, en el peor, cínico y manipulador”.
El 10 de agosto de 2023, Bejamín Pogrund firmó un artículo en el diario Haaretz bajo el siguiente titular: “Durante décadas, defendí a Israel de las acusaciones de apartheid. Ya no puedo”. Y explicaba que “en Israel, ahora soy testigo del apartheid con el que crecí en Sudáfrica. La toma de poder fascista y racista del gobierno israelí del actual primer ministro (Benjamín Netanyahu) es el regalo que los enemigos de Israel han estado esperando durante mucho tiempo”.
En el artículo, Pogrund denuncia que “negamos a los palestinos cualquier esperanza de libertad y vidas dignas. Creemos en nuestra propia propaganda de que unos pocos millones de personas aceptarán mansamente la perpetua inferioridad y opresión. El gobierno está llevando a Israel a comportamientos inhumanos y crueles más allá de cualquier defensa. No tengo que ser religioso para saber que esto es una vergonzosa traición de la moralidad y la historia judía”.
Shlomo Ben Ami, que fuera ministro de asuntos exteriores en gobiernos laboristas, embajador y profesor, considera que en Israel “estamos viviendo y viviremos el apartheid de una forma mucho más intensa cuanto más pase el tiempo, porque la población será más mayoritariamente árabe. Israel cada vez se parecerá más a la Sudáfrica del apartheid, pero sin solución sudafricana. No existe ningún escenario posible en que la minoría judía en algún momento ofrezca el poder a la mayoría árabe”.
“Del Mediterráneo hasta el río Jordán, lo que hay – afirma Ben Ami – es un Estado dominado por una ‘raza superior’ que es la judía, donde los palestinos no tienen ningún derecho. Un apartheid. Israel dice que es una ocupación militar, como la de Francia en Argelia o Inglaterra en otros territorios, y que como tal es temporal, hasta que haya una solución. Es un engaño. El momento en que la negociación política muere, el argumento deja de ser válido”.
El dictamen de Human Rights Watch
Human Rights Watch hizo público el 27 de abril del 2021 un informe, que era el resultado de años de trabajo sobre el terreno. A partir de su investigación, Human Rights Watch concluye que el gobierno israelí “ha demostrado su intención de mantener el dominio de los judíos israelíes sobre los palestinos en todo Israel y en los territorios ocupados, incluida Jerusalén Oriental. Esa intención ha ido acompañada de una opresión sistemática de los palestinos y actos inhumanos cometidos contra ellos. Cuando estos tres elementos (dominio, opresión y actos inhumanos) concurren juntos, equivalen al crimen de apartheid”.
Human Rights Watch considera que “estas políticas privan intencionada y gravemente a millones de palestinos de derechos fundamentales clave, incluidos los de residencia, propiedad privada y acceso a la tierra, los servicios y los recursos, de forma generalizada y sistemática en virtud de su identidad como palestinos”.
Tal como ocurría en Sudáfrica, el apartheid se sustenta en leyes. Human Rights Watch recuerda que “la Ley de Ciudadanía de Israel de 1952 crea una realidad en la que un ciudadano judío de cualquier otro país que nunca haya estado en Israel puede mudarse allí y obtener automáticamente la ciudadanía, mientras que un palestino expulsado de su hogar y que lleva languideciendo durante más de 70 años en un campo de refugiados en un país cercano, no puede”.
Esta ley sigue vigente. El informe de Human Rights Watch hace memoria: “En 2005, Ariel Sharon, entonces primer ministro, argumentaba que “no hay necesidad de esconderse detrás de argumentos de seguridad. Es necesaria la existencia de un Estado judío”. Benjamín Netanyahu, entonces ministro de Finanzas, ya apuntaba que “en lugar de facilitar las cosas a los palestinos que quieren obtener la ciudadanía, deberíamos hacer el proceso mucho más difícil, para garantizar la seguridad de Israel y una mayoría judía”. En marzo de 2019, esta vez como primer ministro, Netanyahu declaró: ‘Israel no es un Estado de todos sus ciudadanos, sino más bien el Estado-nación del pueblo judío, y sólo de ellos’”.
El informe de Human Rights Watch culmina con estas líneas: “Durante demasiado tiempo, la comunidad internacional ha hecho la vista gorda ante la realidad cada vez más transparente sobre el terreno. Cada día nace una persona en Gaza en una prisión al aire libre, en Cisjordania sin derechos civiles, en Israel con un estatus inferior por ley y en países vecinos efectivamente condenados a la condición de refugiado de por vida, como sus padres y abuelos antes que ellos, únicamente porque son palestinos y no judíos. Un futuro basado en la libertad, la igualdad y la dignidad de todas las personas que viven en Israel y en los territorios ocupados seguirá siendo difícil de alcanzar mientras persistan las prácticas abusivas de Israel contra los palestinos”.
El escenario: Cisjordania y Gaza
¿Cuál es el escenario geográfico y humano donde, según Human Rights Watch, se ha establecido un régimen de apartheid? En la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó Cisjordania, Gaza, Jerusalén Este, los Altos del Golán sirios y el Sinaí egipcio. Hoy, pese a numerosas condenas por parte de Naciones Unidas, mantiene la ocupación, excepto en el Sinaí, devuelto a Egipto en 1979, tras la firma de los acuerdos de paz de Camp David.
Los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza están separados entre sí por Israel. La población de Gaza sufre desde 2007 un bloqueo que dificulta enormemente la salida de sus habitantes y la entrada de productos básicos y que ha convertido la Franja en la mayor cárcel a cielo abierto del mundo. Casi dos millones de personas –un millón, menores de edad– viven hacinadas en 41 kilómetros de largo y 10 de ancho. Desde 2004 ha sido bombardeada por Israel en numerosas ocasiones, con algunas ofensivas que llegaron a provocar más de mil muertos palestinos, la mayoría civiles. La más grave, la desatada a partir del atroz ataque de Hamás contra Israel, el 7 de octubre del 2023. Con más de 8.000 palestinos muertos, un tercio, niños y niñas.
En Cisjordania y Jerusalén Este viven más de 500.000 colonos judíos que ocupan tierras de palestinos y controlan la mayoría de los acuíferos. El territorio es comparado con una especie de queso gruyer, con pueblos palestinos aislados, separados entre sí y de la propia Jerusalén Este por un muro, controles constantes del ejército, y por carreteras de uso exclusivo para israelíes. La creciente construcción de nuevos asentamientos ilegales, impulsados por colonos judíos bajo la protección del Ejército israelí, frustra, en la práctica, la posibilidad de un futuro Estado Palestino. Y genera un escenario de violencia constante entre las dos comunidades.
Las raíces del odio
Jeremy Milgrom, rabino israelí i activista por la paz, se pregunta en una entrevista por el origen de tanto odio, de tanto dolor. “El mayor error que hemos cometido desde 1967 es la terrible ocupación. Pero, en realidad, el problema se remonta a antes del 67 e, incluso, a antes del 48. Y es algo complejo en lo que he pensado mucho: cómo le decimos a la gente que los terroristas que cometieron la terrible masacre el 7 de octubre del 2023 son hijos y nietos de refugiados que fueron expulsados de la tierra donde están los kibutz que fueron atacados. Estos terroristas volvieron con los corazones llenos de ansia de venganza por las vidas que han llevado ellos y sus familiares. Los israelíes no hicimos ningún esfuerzo por atender sus justas demandas. Y cuando no respetas la necesidad básica de justicia no vas a encontrar una respuesta civilizada”.
“Todo esto – dice Jeremy Milgrom – es algo que no he escuchado decir en público, pero creo que mucha gente lo sabe. No estoy justificándolos, se trata de entender lo que ha ocurrido. La rabia que estamos sintiendo ahora contra Hamás es por la humillación, por el dolor, pero también porque hay un sentimiento de culpa muy profundo, y que hemos ocultado todos estos años, por los refugiados. Hacíamos como que ya no eran un problema, que se habían ido y que nos podíamos olvidar de ellos. Pero sabíamos que no era cierto”.
“Para entender cómo unos seres humanos se pueden convertir en unos bárbaros capaces de actuar de una manera tan brutal –no para justificarlo, para entenderlo– hay que ser conscientes, y creo que muchos israelíes lo son, de que vivir en Gaza es vivir en una olla a presión y que cuando estalla, lo hace así, de una manera horrible”, argumenta Jeremy Milgrom.
Las palabras de António Guterres
António Guterres, secretario general de la ONU, expresó una opinión semejante y recibió duras críticas por parte de las autoridades israelíes. “Los ataques de Hamás – declaró – no han salido de la nada. Los palestinos viven una ocupación sofocante desde hace 56 años, su tierra ha sido devorada poco a poco por asentamientos, y sus esperanzas de una solución política se han desvanecido, pero sus reivindicaciones no pueden justificar los atroces ataques de Hamás. Como tampoco el castigo colectivo a la población palestina [como respuesta israelí]”.
Ante las críticas recibidas en Israel, Guterres recordó que “he condenado inequívocamente los horribles actos de terror sin precedentes perpetrados por Hamás el 7 de octubre en Israel. Nada puede justificar el asesinato, las heridas y el secuestro deliberados de civiles, ni el lanzamiento de cohetes contra objetivos civiles’.
Unos días antes el máximo responsable de las relaciones exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, había declarado que “igual que podemos decir que es una tragedia abominable matar a jóvenes que celebraban la vida, ¿no podemos decirlo sobre la muerte de niños en Gaza? ¿En qué lamentar una tragedia me quita fuerza moral para lamentar otra? Al contrario, me la da”.
Gedeón Levy, un reconocido periodista israelí comprometido con la paz, escribió que “el 7 de octubre de 2023 Israel se despertó ante una realidad diferente, una que finalmente debería extinguir la arrogancia y la complacencia del país. Esto debería demostrar, de una vez por todas, la imposibilidad de eludir cualquier consecuencia de seguir encarcelando indefinidamente a más de dos millones de personas en una jaula gigante (Gaza), mientras que otros tres millones de personas viven indefinidamente bajo una tiranía militar (Cisjordania)”.