Recuperar los hábitats de los delfines, proteger a las tortugas de la caza furtiva y capacitar a las mujeres en la economía azul: tres historias del Planetiers World Gathering.
El océano es el ecosistema más grande y vital de la Tierra. Denominado con frecuencia el «corazón azul» de nuestro planeta, alberga aproximadamente el 94% de toda la vida salvaje de la Tierra, regula el clima mediante la circulación de corrientes cálidas y frías, y absorbe el CO₂ atmosférico, uno de los principales causantes del cambio climático. La salud y la estabilidad de los océanos son esenciales para sustentar la vida en la Tierra.
Sin embargo, los ecosistemas oceánicos de todo el mundo se enfrentan a importantes amenazas, como el aumento de las temperaturas, la contaminación, la sobreexplotación pesquera y la destrucción de hábitats, y estos problemas contribuyen a la pérdida de biodiversidad. La pérdida de biodiversidad no se limita a la disminución o extinción de especies: nos afecta a todos. De hecho, la pérdida de biodiversidad desestabiliza los ecosistemas, haciéndolos menos resistentes y más vulnerables al cambio climático, los fenómenos meteorológicos extremos y las enfermedades. Esto, a su vez, pone en peligro la seguridad alimentaria y disminuye la calidad de vida de las comunidades costeras y locales.
¿Qué podemos hacer para proteger los ecosistemas oceánicos? ¿Es posible vivir en armonía con el océano al tiempo que se utilizan sus recursos de forma sostenible y se salvaguarda la salud de los ecosistemas marinos?
Exploramos estas cuestiones en el Planetiers World Gathering de Aveiro (Portugal), un encuentro internacional sobre sostenibilidad y acción climática. Allí conocimos tres iniciativas inspiradoras dirigidas por mujeres y centradas en la protección del océano: una cooperativa portuguesa que trabaja para restaurar las praderas marinas, una fundación de Cabo Verde dedicada a la protección de la vida salvaje y un proyecto de la UE destinado a cerrar la brecha de género en la economía azul.
Ocean Alive a ojos de delfín
«Necesito mirar el mar con ojos de delfín». Este pensamiento guio a Raquel Gaspar durante su investigación doctoral sobre el declive de la población de delfines en el estuario del Sado. Los delfines, mientras nadan, pueden percibir un mundo submarino invisible para nosotros en la superficie. Una de estas maravillas ocultas son las praderas de algas marinas: auténticos «bosques submarinos» que, a diferencia de las algas, están formados por verdaderas plantas con raíces, tallos, hojas e incluso flores. Estas praderas son hábitats vitales donde los delfines cazan peces.
Raquel Gaspar descubrió que estas praderas estaban desapareciendo del estuario del Sado debido a actividades humanas como la contaminación, la construcción de astilleros y el dragado del fondo marino. Cuando desaparecieron las praderas marinas, también lo hicieron los peces que dependían de ellas y, a su vez, los delfines que dependían de esos peces. Raquel argumentó que para invertir el declive de las poblaciones de delfines era necesario proteger y restaurar las praderas marinas. Para ello fundó Ocean Alive, una ONG dedicada a la conservación de las praderas marinas.
Ocean Alive trabaja en estrecha colaboración con las pescadoras locales del estuario del Sado, capacitándolas para que se conviertan en «guardianas del mar». Estas pescadoras, cuyo sustento depende de un océano sano, desempeñan un papel crucial en la protección de las praderas marinas y la biodiversidad que albergan. «Si no hay praderas marinas, no hay peces, no hay trabajo para las pescadoras», explica Raquel. Las «guardianas del mar» ayudan a prevenir los daños causados por prácticas como la basura procedente del marisqueo, el fondeo en praderas marinas y las técnicas de pesca destructivas. Educan a sus compañeros en prácticas sostenibles, enseñan conservación marina y vigilan estos «bosques submarinos» como parte de proyectos científicos.
«Estas nuevas profesiones valoran la sabiduría de las pescadoras, su profundo conocimiento del estuario y su papel en la comunidad», afirma Raquel Gaspar. «Nuestro objetivo era lograr un impacto social junto al medioambiental». Ocean Alive espera replicar este modelo en otros lugares, construyendo una red más amplia de «guardianes del mar». Para Raquel, el mayor reto es también el más gratificante: cambiar la mentalidad de la gente. «Nuestra misión es cambiar comportamientos», subraya.
La Maio Biodiversity Foundation y las crías de tortuga
«Si la gente no ve cómo la conservación de los ecosistemas repercute en sus vidas, no actuará en consecuencia. No lo valorarán ni se movilizarán por el medio ambiente», afirma Janete Agues. Agues es la directora de la Maio Biodiversity Foundation (MBF), una ONG de Cabo Verde que adopta el principio de «conservación basada en la comunidad», empoderando a los residentes para que vigilen y protejan su entorno.
Maio es una de las diez islas del archipiélago caboverdiano, un punto caliente de biodiversidad y santuario de especies terrestres y marinas. Es especialmente importante para las tortugas bobas (Caretta caretta), ya que Cabo Verde alberga la segunda mayor concentración de nidos de esta especie vulnerable en el Océano Atlántico. Maio también alberga megafauna marina, como tiburones, mantarrayas, ballenas jorobadas y delfines. Para MBF, implicar a las comunidades locales es crucial para salvaguardar esta rica fauna. La población local ayuda a prevenir actividades ilegales, combatir la caza furtiva, contribuir a la investigación científica y fomentar un sentimiento de propiedad y conexión con la naturaleza.
Las experiencias emocionales son una poderosa herramienta de conservación. «Ver a una tortuga desovar o a las crías salir del cascarón… esa emoción puede cambiarte», dice Janete. Una de las principales actividades de MBF consiste en patrullas nocturnas por las playas, en las que los voluntarios camuflan los nidos de tortuga recién puestos para protegerlos de los depredadores, recopilan datos sobre los nidos y las crías y vigilan su aparición. Gracias a los esfuerzos de MBF, la caza furtiva de tortugas en la isla se ha reducido drásticamente: del 43% a menos del 7% en sólo 5 años.
«No basta con decir a la gente que no cace tortugas furtivamente: hay que ofrecer alternativas», explica Agues, subrayando la necesidad de un crecimiento económico sostenible para las comunidades locales. La MBF es ahora el mayor empleador de la isla de Maio, después de la administración pública, y hace frente a la pobreza y las altas tasas de desempleo, sobre todo entre los jóvenes y las mujeres. El fomento del turismo sostenible es un elemento clave de esta estrategia. Para proteger Maio de un desarrollo insostenible y crear empleo para la población local, MBF apoya a jóvenes empresarios en el desarrollo de iniciativas de ecoturismo. También pone en contacto a voluntarios internacionales con familias de acogida de la isla, creando así intercambios culturales significativos y generando ingresos adicionales para las comunidades locales.
WIN BIG y el mapa de género de la economía azul
«Es una nueva era para la economía azul», afirma Helena Vieira, investigadora de la Universidad de Aveiro y coordinadora de WIN BIG, un proyecto de la UE pensado para ayudar a las mujeres a prosperar en empleos relacionados con el mar. La «economía azul» engloba el amplio abanico de actividades económicas que dependen del mar y sus recursos. Sectores como la pesca, la acuicultura, el transporte marítimo y el turismo costero dan empleo a millones de personas en todo el mundo.
Sin embargo, en la Unión Europea, la economía azul sigue siendo una industria tradicionalmente dominada por los hombres en casi todos los sectores. Las mujeres representan menos de un tercio de la mano de obra en este campo y a menudo ocupan los puestos peor pagados y de menor categoría. A menudo se infravaloran sus conocimientos y contribuciones, sobre todo en puestos que requieren conocimientos técnico-científicos o trabajo manual. Aunque hay más datos sobre la brecha de género en sectores consolidados como la pesca y la acuicultura, se sabe mucho menos sobre la contribución de las mujeres a sectores emergentes como las energías renovables en alta mar o la biotecnología marina.
Según Vieira, hay dos retos fundamentales para las mujeres en la economía azul. «El primero es la seguridad: muchas actividades relacionadas con el océano requieren medidas de seguridad que a menudo no están adaptadas a los cuerpos y necesidades de las mujeres. El segundo problema son los estereotipos de género. Por ejemplo, se podría pensar que una mujer es menos apta para trabajar en plataformas energéticas en alta mar. Pero con los recientes avances tecnológicos, esto ya no es cierto: hay un montón de nuevas y apasionantes oportunidades en la economía azul que la mayoría de las mujeres desconocen».
El proyecto WIN BIG (Women in Blue Economy, Intelligence Gathering and Capacity Boosting) pretende resolver estos problemas. El primer paso es el «mapeo de género», que consiste en recopilar datos sobre la representación de hombres y mujeres en la economía azul, revisar la investigación existente y recoger nuevos datos a través de una encuesta paneuropea disponible en siete idiomas. «Necesitamos una perspectiva amplia, que abarque países, cuencas marinas y sectores», explica Vieira. En WIN BIG participan 14 socios de 9 países, que abarcan las seis cuencas marítimas europeas: la atlántica, la mediterránea, la báltica, la septentrional, la ártica y la del Mar Negro. «La Unión Europea necesita comprender las barreras a las que se enfrentan las mujeres para entrar, avanzar y permanecer en la economía azul».
Tras esta fase inicial, WIN BIG tiene previsto ofrecer programas de formación y tutoría a medida para las mujeres de la economía azul. El objetivo es fomentar el espíritu empresarial y la innovación sostenible a través de laboratorios de aprendizaje, programas de aceleración y eventos de creación de redes en toda Europa. «También queremos destacar modelos inspiradores de mujeres en la economía azul y compartir sus historias», dice Vieira. Es hora de que las mujeres ocupen un lugar central en la protección de los océanos y el desarrollo sostenible. Puede que el océano sea inmenso, pero estos ejemplos han demostrado lo conectados que estamos para salvaguardarlo.