El economista Javier Milei ha ganado las elecciones en Argentina con un amplio margen de ventaja, se ha llevado el 56% de los votos frente al candidato de izquierdas, Sergio Massa, que obtuvo el 44%.
Argentina lleva años sumida en una espiral de inflación sin pausa ―alcanzando el 140% interanual―, y una tasa del 40% de población en el umbral de la pobreza el primer trimestre del 2023 según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina. Con la quemazón general que produce vivir en estas condiciones de manera sistémica, el candidato “ultraneoliberal” Javier Milei ha ofrecido un discurso populista que ha surgido efecto en una sociedad hastiada. El próximo presidente nació como carne de plató televisivo, un hombre esperpéntico cercano a la extrema derecha y cuyas soluciones pasan por la privatización extrema: ya ha anunciado la eliminación de doce ministerios ―entre ellos sanidad, educación y cultura―, dejando tan solo ocho ―Economía, Justicia, Interior, Capital Humano (Empleo + Educación), Seguridad, Defensa, Relaciones Exteriores e Infraestructura―.
Milei representa la derecha radical populista y grandilocuente que tiene precedentes como Donald Trump en Estados Unidos. El politólogo Silvio Falcón en un artículo para Catalunya Plural, explica que el nuevo Presidente electo de la Argentina “se confiesa aliado de VOX y Abascal en España, admirador de Bolsonaro en Brasil y de Kast en Chile […] Más allá de su imagen rompedora y de su verbo inflamado, la derecha radical global no tiene dudas al respecto: Milei es su hombre en la Argentina”.
Con solo unos días de diferencia, las elecciones de Países Bajos rompían pronósticos: Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad (PVV), se llevaba 35 de los 150 escaños. De nuevo, la sombra del magnate populista Donald Trump asoma como referente, y es que a Wilders se le conoce como «el trumpista neerlandés». El líder de la ultraderecha de Países Bajos, comparte ―además de un peinado pintoresco― ideas como la islamofobia y un claro mensaje racista, uno de los grandes rasgos de la extrema derecha. De carácter explosivo, precisamente el año que en Estados Unidos ganaba Trump, 2016, Wilders se enfrentó a un juicio por incitación al odio. En pleno mitin, lanzó una pregunta a sus seguidores, si querían «más o menos marroquíes» en los Países Bajos, a lo que la multitud respondió «menos, menos, menos”. Wilders añadió: «Vamos a arreglar eso».
Si Trump pronunciaba su famoso “make America great again”, la ultraderecha se caracteriza por mantener ese discurso en sus respectivos países. Para el partido de Wilders, “nuestro propio país es lo primero”. Mencionaba en campaña que “el pueblo debe recuperar su nación”: cerrar mezquitas e incluso prohibir el Corán son algunas de sus propuestas. “La supervivencia de una Holanda libre depende de la medida en que logremos hacer retroceder al islam”, se podía ver en su programa electoral.
Al igual que los aliados de Milei, otras caras visibles de la extrema derecha global no tardaron en felicitar al candidato neerlandés: la francesa Marine Le Pen, Santiago Abascal de VOX o el húngaro Viktor Orban fueron de los primeros en transmitir su enhorabuena. Hay una tendencia clara en la última década, pese a que la presencia institucional de discursos reaccionarios responde a una eclosión que se ha venido cociendo años atrás.
El nuevo siglo llegó a Austria de la mano de la entrada de la ultraderecha
A las puertas del s.XXI en Austria se abrió la veda a la extrema derecha a través de una coalición fruto de las elecciones del 1999. El FPO ―partido de extrema derecha cuyo uno de sus fundadores, Anton Reinthaller, fue exmiembro de las SS― se posicionaba como segunda fuerza. Aliándose con el Partido Popular (OVP) se hicieron con el poder. Fue una de las primeras muestras de auge reaccionario tras la II Guerra Mundial. Años después, en 2017, Austria reeditaría la coalición: esta vez el FPO iba encabezado por Heinz-Christian Strache, quien tuvo que abandonar el partido y el gobierno en 2019 por un escándalo en el que se reveló que ofrecía contrataciones públicas a cambio de apoyos políticos. Durante el tiempo que duró la última alianza entre el OVP y el FPO, se aplicaron legislaciones duras hacia la inmigración. Bajo el contexto de los movimientos migratorios del 2015 y la numerosa llegada de refugiados a Europa, los ultraconservadores promovieron restricciones al derecho de asilo, la facilitación de deportaciones reforzando controles fronterizos, o la aplicación de políticas discriminatorias para asignar beneficios sociales a los austríacos en detrimento de los inmigrantes.
Le Pen, la familia representante de la extrema derecha francesa
Era el año 2002 cuando el Frente Nacional, encabezado por Jean-Marie Le Pen, conseguía pasar a la segunda vuelta en las presidenciales. En esos momentos se convirtió para la extrema derecha de diversos países en una inspiración, pese a que los partidos mayoritarios tanto de derecha como de izquierda neutralizaron a Le Pen imponiéndole un “cordón sanitario”.
Una década después, en 2011, su hija Marine Le Pen tomaría las riendas del partido. Algunos de sus bastiones ideológicos han sido sustentados también en el racismo: controlar la inmigración, luchar contra el “islamismo” y reforzar la seguridad han sido algunos de los puntos fuertes de su último programa electoral. Estas propuestas fueron presentadas para las elecciones del 2022, dónde obtuvo un 41,5% de votos frente al 58,5% que obtuvo el candidato liberal Emmanuel Macron. Pese a no hacerse con la presidencia, la extrema derecha se hacía con un resultado significativo en Francia.
Inmigración y colectivo LGBTI, flancos de la discriminación materializada en Italia y Polonia
Mientras Le Pen y Macron se debatían en la contienda electoral del 2022 que terminaría con la derrota del Frente Nacional, en Italia los partidos de extrema derecha Fratelli d’Italia y Lega per Salvini se aliaban para formar gobierno ―junto al apoyo de Forza Italia, liderado por el controvertido Silvio Berlusconi―.
Giorgia Meloni, primera ministra italiana, se muestra muy contraria a los barcos de rescate de oenegés en el Mediterráneo. Una de sus maniobras más polémicas fue impedir a un barco de rescate, el Humanity 1, atracar en aguas italianas y efectuar el correspondiente desembarco de los migrantes que se encontraban en situación límite. Pese a que los tribunales le dieron la contra, Meloni hizo gala así de su marcado carácter contra la inmigración. Otra de sus batallas ―que es también nexo en las ideologías de extrema derecha― es contra el colectivo LGBTI. A través de la emisión de una instrucción, la líder de extrema derecha impedía la filiación de hijos de parejas homosexuales.
Polonia ha sido otro de los países liderados por una extrema derecha LGBTIfoba. El partido Ley y Justicia (PiS) ganó las elecciones en 2015 y revalidó en el 2019. Durante su gobierno, fomentaron que prácticamente un centenar de ayuntamientos se declararan “zonas libres de ideología LGBTI”, además de eso, aplicó una de las políticas más restrictivas a nivel europeo sobre el aborto. En las últimas elecciones, celebradas en octubre del 2023, la participación histórica y el voto joven y femenino hicieron que el partido de ultraderecha no volviera a ganar suficientes sufragios como para formar gobierno.
Viktor Orbán, el referente europeo para la extrema derecha
Hungría es un ejemplo europeo de país liderado por la extrema derecha en un período sostenido de tiempo. Viktor Orbán, del partido Fidesz, es un referente para los “partidos hermanos” ultraderechistas del continente. Precisamente en el 2015, dónde el discurso de odio a la inmigración se incentivó bajo la premisa de la llegada de refugiados a Europa, él se destacó como uno de los más radicales: construyó una valla de alambre de espino en la frontera sur de Hungría.
Bajo el discurso visto en diversos partidos de la misma índole, aprovechó para difundir la xenofobia a través de, por ejemplo, reiterar que los inmigrantes “quitan el trabajo” a los húngaros. La discriminación hacia la población LGBTI también ha sido otro de sus ejes clave, llegando al punto de establecer una ley en 2021 que bajo el antifaz de “combatir la pedofilia”, se dirige a atacar al colectivo LGBTI: se prohibía publicar en espacios dónde los menores tuvieran acceso cualquier contenido relacionado con representación trans u homosexual, hablar a los profesores de ello en los colegios e incluso promulgaron que la educación sexual solo pudiera ser impartida por organizaciones registradas por el Estado.
La preocupación del Parlamento Europeo por las políticas de extrema derecha del gobierno húngaro ha sido tal que desde Bruselas se ha llegado a catalogar Hungría como “autocracia electoral”. Este término define un sistema aparentemente democrático pero que ha deteriorado la salud en detrimento de un modelo autoritario.
Inmiscuirse en el poder apoyando a la derecha tradicional
En Finlandia el partido conservador se ha hecho con el poder con el apoyo del Partido de los Finlandeses, de extrema derecha. Ocupa 7 de 19 ministerios, obteniendo más espacio institucional del que nunca había tenido. “Finlandia era el único país nórdico que mantenía una política indulgente con la inmigración. Y esto por fin va a cambiar”, declaró Riika Purra, líder del partido de ultraderecha. El caso de Finlandia es paradigmático de diversos países de la Unión Europea, y es la configuración de la extrema derecha como apoyo de la derecha tradicional. En España, en 2019, la ultraderecha de VOX obtuvo un resultado sin precedentes: 52 escaños. Si bien no fue suficiente para hacerse con el Congreso, VOX ha sido el apoyo necesario para diversas alcaldías e incluso para la presidencia de Comunidades Autónomas. Un ejemplo es la Comunidad Valenciana, dónde el miembro del Partido Popular Carlos Mazón se ha hecho con la presidencia pactando con la extrema derecha.