En los últimos ocho años, el uso del preservativo entre los jóvenes ha disminuido drásticamente, mientras que las enfermedades de transmisión sexual van en aumento. La OMS denuncia la urgencia de los programas de educación sexual, arma fundamental para combatir los riesgos ligados a las prácticas de riesgo, pero en muchos países, entre ellos Italia, estas intervenciones siguen siendo insuficientes.
La oficina regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado recientemente el estudio Health Behaviour in School-aged Children (HBSC), en el que aborda el delicado tema de las desviaciones juveniles, como el uso excesivo de smartphones y redes sociales, el juego, los hábitos sexuales, la adicción a sustancias psicotrópicas, el acoso escolar, etc.
Para elaborar el informe, se entrevistó a más de 242.000 adolescentes de 42 países entre 2014 y 2022 y se observan, fisiológicamente, diferencias significativas entre zonas geográficas, géneros y grupos socioeconómicos.
Sin embargo, hay una tendencia muy clara y extremadamente preocupante: en los últimos ocho años, el porcentaje de adolescentes europeos que practican sexo sin protección ha aumentado de forma espectacular.
El preservativo vuelve a ser tabú
Entre 2014 y 2022, el número de adolescentes sexualmente activos que afirmaron haber utilizado preservativo en su última relación sexual cayó del 70% al 61% entre los chicos y del 63% al 57% entre las chicas.
A este vuelco histórico se suman otros fenómenos alarmantes como el uso del coitus interruptus (practicado por el 60% de los jóvenes), el uso de la anticoncepción de emergencia (adoptada por más del 10% de los jóvenes de 15 a 17 años) y la gran confusión respecto a las infecciones de transmisión sexual (el 20% de los jóvenes desconoce estos riesgos).
La reducción de las relaciones sexuales protegidas se corresponde fatalmente con el aumento de las enfermedades de transmisión sexual como el VIH, la hepatitis vírica, el virus del papiloma, la gonorrea, la sífilis y la clamidia.
La propagación de las enfermedades venéreas en Italia
Entre 1991 y 2021, el sistema italiano de vigilancia de las infecciones de transmisión sexual registró un total de 151.384 nuevos casos. El 71,8% de los casos se diagnosticaron en hombres y el 28,2% en mujeres. La mediana de edad de las personas notificadas fue de 32 años: para las mujeres 30 años, para los hombres 33 años.
Hasta 2004, el número de casos se mantuvo estable, con una media anual de unos 4.000 informes. Desde 2005, se ha producido un aumento sistemático (con picos del 37%) del número de casos. En el periodo de la pandemia de Covid-19, el número de casos disminuyó, pero las cifras volvieron a aumentar.
Educación sexual: la única salida
El informe del HBSC subraya la urgente necesidad de intervenciones específicas de educación sexual para promover prácticas sexuales más seguras entre los jóvenes, proporcionándoles la base necesaria para la protección de la salud y el bienestar mental y físico.
«Aunque las conclusiones del informe son desalentadoras, no son sorprendentes», señaló el Dr. Hans Henri P. Kluge, Director Regional de la OMS/OMS para Europa. «La educación sexual adecuada a la edad se descuida en muchos países y se cuestiona cada vez más basándose en la falsa suposición de que fomenta el comportamiento sexual. Hoy recogemos los amargos frutos de estas actitudes reaccionarias».
Para el Dr. András Költő, de la Universidad de Galway, autor principal del informe, «la educación sexual integral es la clave para colmar estas lagunas y capacitar a todos los jóvenes para tomar decisiones informadas sobre el sexo en un momento especialmente vulnerable de sus vidas, cuando pasan de la adolescencia a la edad adulta. Pero la educación debe ir más allá del mero suministro de información. Los jóvenes necesitan espacios seguros para debatir cuestiones como el consentimiento, las relaciones íntimas, la identidad de género y la orientación sexual».
El informe aboga por una inversión adecuada en educación sexual: implantación y financiación de programas educativos que abarquen todos los temas implicados: anticoncepción, enfermedades venéreas, relaciones sanas, igualdad de género, la cuestión fundamental del consentimiento y el análisis de la orientación sexual (lesbiana, gay, bisexual, transexual, queer, questioning, intersexual, asexual). En resumen: LGBTQIA+).
Estos cursos de salud sexual, que se impartirán tanto en centros escolares como extraescolares, deben ser confidenciales, no prejuiciosos y de fácil acceso. Deben fomentar conversaciones abiertas y honestas, incluso dentro de las familias, y trabajar enérgicamente para reducir el estigma social y aumentar la concienciación.
Italia y la educación sexual
A diferencia de muchos otros países europeos, Italia aún no cuenta con una ley o directrices nacionales que garanticen programas educativos estructurados sobre sexualidad para los jóvenes. Se trata de un vacío normativo que tiene raíces antiguas y que se agrava cada vez más, como demuestran los actuales planes de desmantelamiento de los consultorios públicos y la reducción de la inversión en campañas de prevención e información.
Según el profesor Piero Stettini, psicoterapeuta y sexólogo clínico, vicepresidente de la Federación Italiana de Sexología Científica (FISS), la ausencia de programas estructurados de educación sexual en las escuelas italianas es una causa concomitante de la progresiva disminución del uso de métodos de protección y del creciente recurso a prácticas como el coitus interruptus y la llamada píldora del día después. Para hacer frente a lo que los sexólogos italianos consideran una verdadera emergencia, la FISS y muchas otras organizaciones apoyan los amplios programas de educación sexual ya recomendados por la OMS y la UNESCO.
Un programa en profundidad sobre los temas de la sexualidad juvenil tendría el potencial de reducir los graves riesgos que corren los jóvenes, proporcionándoles la información y las herramientas que necesitan para proteger su salud. En la actualidad, sin embargo, las instituciones no parecen dispuestas a abordar la situación, dejando a los jóvenes sin el apoyo adecuado para prevenir comportamientos peligrosos que pueden tener graves consecuencias para su salud y su futuro.