El TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) es una afección neurobiológica caracterizada por falta de atención, hiperactividad e impulsividad. Para un análisis de las causas clínicas de esta neurodiversidad, remitimos a nuestro anterior artículo en XQ the News.
El trastorno se asocia comúnmente con los niños, pero en realidad es una afección que se manifiesta en la infancia y persiste en la edad adulta. Y también desde el punto de vista diagnóstico, es más fácil detectar el TDAH en los primeros años de la escuela, mientras que en la adolescencia a veces se pasa por alto o se malinterpreta, lo que tiene consecuencias significativas en la calidad de vida de los pacientes.
Dificultad para detectar el TDAH en la adolescencia
En los adolescentes, los síntomas del trastorno se entremezclan con los comportamientos típicos de la adolescencia: inquietud, falta de atención y desorganización, deseo de independencia que desemboca en rebeldía, cambios de humor que van de la euforia a la desesperación, esfuerzos por adaptarse a los cambios físicos y emocionales, dificultades de autorregulación.
La superposición de los síntomas del TDAH con los cambios típicos que experimentan los homo sapiens entre los 13 y los 17 años hace que el TDAH adolescente sea difícil de identificar. Y, en cualquier caso, las pruebas en línea no sirven de nada: para un diagnóstico clínico es necesario acudir a un psiquiatra o psicólogo cualificado.
También hay una dificultad adicional en el diagnóstico que depende del efecto de «enmascaramiento» que el adolescente con TDAH aprende a poner en práctica desde la infancia.
¿Qué significa «enmascaramiento» en el TDAH?
Al igual que las personas con trastornos del espectro autista, las personas con TDAH recurren mucho al «enmascaramiento», en comparación con las personas neurotípicas. Pero, ¿qué es el enmascaramiento? Podemos definirlo como comportamientos públicos contrarios a su auténtico yo, como si se estuviera poniendo una máscara.
Sin embargo, no se trata de comportamientos maliciosos o dañinos. Todas las personas reprimen algunos de sus impulsos por convención social. Por ejemplo, en Europa, eructar en público no es un comportamiento aceptable y evitar este impulso natural es una forma de enmascaramiento.
En comparación con el TDAH, estas estrategias de adaptación son mucho más frecuentes y provocan una gran fatiga y estrés porque poner en práctica estas estrategias para un TDAH requiere más energía. Se trata de estrategias de defensa y comportamientos compensatorios que la persona decide poner en práctica para enmascarar un comportamiento y satisfacer las expectativas sociales, ocultando aspectos de su naturaleza impulsiva o hiperactiva. Esto puede ocurrir de forma consciente, como cuando nos esforzamos por no hablar impulsivamente, o a nivel inconsciente, desarrollando hábitos de adaptación desde la infancia. Por ejemplo, un niño hiperactivo que recibe críticas constantemente puede intentar demostrar su valía sobresaliendo o, por el contrario, reprimir su vivacidad para no molestar. En la edad de desarrollo, esto puede traducirse en una dificultad para reconocer las propias necesidades, en la inhibición de la expresión espontánea e incluso en una forma de fobia social. La sociedad a menudo juzga negativamente algunos comportamientos típicos del TDAH, como la distracción o la dificultad para organizarse, lo que lleva a muchas personas a interiorizar un sentimiento de inadecuación y a sacrificar su autenticidad para sentirse aceptadas. Y la frustración se vuelve peligrosa (como demuestran los datos sobre ingresos psiquiátricos en España) cuando este esfuerzo de simulación es capaz de evitar desastres sociales o escolares.
Las implicaciones escolares y sociales del TDAH
El TDAH tiene un impacto significativo tanto en el ámbito escolar como en las relaciones sociales, afectando al rendimiento y al equilibrio emocional de los adolescentes. En la escuela, las dificultades de concentración, la incapacidad para organizarse y la tendencia a posponer las cosas comprometen la realización de las tareas y el cumplimiento de los plazos. Incluso los estudiantes con un alto potencial intelectual pueden obtener resultados escolares inferiores a los esperados debido a la falta de planificación y a la dificultad para llevar a cabo proyectos a largo plazo. Esto puede generar frustración en los jóvenes, los padres y los profesores, creando un ciclo de fracasos que mina la motivación.
A nivel social, los adolescentes con TDAH pueden parecer impulsivos e impredecibles, con dificultades para respetar las reglas y moderar sus reacciones. La tendencia a interrumpir a los demás o a realizar acciones sin reflexionar puede poner en peligro las amistades y llevar al aislamiento o incomprensión. La acumulación de dificultades escolares y relacionales también puede alimentar la ansiedad y el estrés, haciendo que el trastorno parezca un problema de ansiedad en lugar de un déficit de atención. La baja autoestima resultante puede desembocar en una profunda tristeza y, en algunos casos, aumentar el riesgo de abuso de alcohol o drogas como intento de gestionar el malestar emocional.
Reconocer y tratar adecuadamente el TDAH en la adolescencia es esencial para evitar repercusiones en el bienestar general del joven, previniendo alteraciones en su trayectoria escolar, en sus relaciones y en su desarrollo emocional.
Tratamiento del TDAH en la adolescencia
Reiteramos una vez más que no existen soluciones sencillas para diagnosticar el TDAH. Es necesario acudir a especialistas. Con mayor razón, identificar el mejor tratamiento en la adolescencia es un proceso complejo que involucra tanto el aspecto farmacológico como el psicoterapéutico. El cerebro con TDAH, en comparación con el de las personas neurotípicas, se caracteriza por niveles bajos de dopamina y una menor actividad de la corteza prefrontal, lo que afecta la planificación y el autocontrol.
Medicamentos como el metilfenidato (Ritalin y Medikinet) y otros derivados de la anfetamina se recetan comúnmente para el tratamiento del TDAH. También existen medicamentos no estimulantes como la atomoxetina que pueden utilizarse como alternativa cuando los medicamentos estimulantes no son adecuados o causan efectos secundarios.
Los medicamentos deben ir acompañados de terapia cognitivo-conductual (TCC), que es especialmente eficaz para los adolescentes con TDAH, ya que les ayuda a desarrollar estrategias para mejorar el autocontrol, la gestión del tiempo, la resolución de problemas y la regulación emocional. La TCC también puede ser útil para mejorar la autoestima y reducir comportamientos negativos como la impulsividad.
El adolescente con TDAH tiene derecho a un plan educativo personalizado en la escuela, que incluya apoyo en clase, tiempo adicional para las tareas, la posibilidad de programar los exámenes para evitar la ansiedad y ayudas digitales que le ayuden a mejorar la organización y la gestión del trabajo.
Conclusiones
El TDAH en la adolescencia es un trastorno que puede afectar gravemente al desarrollo escolar, social y emocional del joven. Sin embargo, con un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado, es posible controlar los síntomas y mejorar significativamente la calidad de vida del adolescente. Es fundamental que la sociedad, los educadores y los profesionales de la salud mental estén mejor informados sobre el TDAH, para que los jóvenes puedan recibir el apoyo y la asistencia que necesitan para afrontar los retos diarios. Un tratamiento temprano y un enfoque comprensivo pueden marcar la diferencia en la vida de los adolescentes con TDAH, permitiéndoles expresar mejor su potencial.