Cosa Nostra, ‘Ndrangheta, Camorra y Sacra Corona Unita. En Italia, el Estado está constantemente comprometido en la lucha contra las mafias, organizaciones criminales que, dependiendo de los contextos territoriales, adoptan diferentes nombres pero que se caracterizan todas ellas por la violencia, la intimidación y la omertà (o la ley del silencio).
La mafia
La definición de mafia figura en el Código Penal italiano (artículo 416 bis): “La asociación es mafiosa cuando quienes forman parte de ella se sirven de la fuerza intimidatoria del vínculo asociativo y de la condición de sometimiento y del consiguiente código de silencio para cometer delitos, para adquirir directa o indirectamente la gestión o en todo caso el control de actividades económicas, concesiones, autorizaciones, contratos y servicios públicos o para obtener beneficios o ventajas injustas para sí o para otros, o para impedir o dificultar el libre ejercicio del voto o procurarse votos para sí o para otros durante las consultas electorales”. Con el paso de los años, las organizaciones mafiosas han modificado su modo de acción, reduciendo el número de asesinatos, para operar en la sombra en los sectores del tráfico de drogas (actividad que genera con mucho el mayor volumen de negocios para las organizaciones criminales), la extorsión, la usura, el juego, la prostitución, y para perfeccionar su capacidad de infiltrarse en las administraciones públicas con el fin de pilotar contratos públicos.
La policía lucha sin descanso contra los delincuentes, pero la lucha a veces puede parecer desigual.
El 16 de enero de 2023, el fugitivo super-jefe de cosa nostra, Matteo Messina Denaro, fue detenido en Palermo. Se le buscaba desde hacía 30 años. El 25 de septiembre del mismo año, murió en L’Aquila. Entre los cargos que se le imputaban estaba el de organizar el secuestro de Giuseppe Di Matteo, de 12 años, para obligar a su padre Santino a retirar las declaraciones que había hecho sobre la masacre de Capaci. Tras 779 días de cautiverio, el niño fue estrangulado y su cadáver disuelto en ácido.
La masacre de Capaci fue un atentado contra el Estado y tuvo lugar el 23 de mayo de 1992 en la provincia de Palermo: los autores detonaron un artefacto explosivo que contenía 500 kilos de TNT en el tramo de la autopista A29, a las 17.57 horas, al paso del coche en el que viajaban el magistrado antimafia Giovanni Falcone y su escolta. Además del juez, murieron su esposa Francesca Morvillo, también magistrada, y los agentes de la escolta. Matteo Messina Denaro fue condenado a cadena perpetua como instigador de la masacre por el Tribunal de Primera Instancia de Caltanissetta el 19 de julio de 2023.
El atractivo de la escuela de Palermo
Una escuela de la capital de Sicilia ha lanzado un llamamiento al Parlamento para que incluya la “cultura antimafia” entre las asignaturas que se imparten en todas las escuelas italianas. La iniciativa fue lanzada por el director del Instituto Integral situado en el popular barrio de Giusto Catania, cerca del día en memoria de las víctimas inocentes de la mafia que se celebra cada 21 de marzo.
Lleva el nombre de la periodista siciliana Giuliana Saladino, del diario l’Ora, quien, tras la masacre de Capaci del 23 de mayo de 1992, en la que fueron asesinados el magistrado antimafia Giovanni Falcone, su esposa Francesca Morvillo y los guardias de seguridad Vito Schifani, Rocco Dicillo y Antonio Montinaro, creó el “Comité de las Sábanas” junto con su hija Marta Cimino. En aquella época, en Palermo, había mensajes contra la Mafia en sábanas expuestas en los balcones de las casas.
Para el director Giusto Catania, es necesario iniciar una reforma capaz de replantear el papel de la escuela y de los profesores con el fin de definir una nueva pedagogía civil capaz de «romper las jaulas de la cultura mafiosa», para alimentar cada día un círculo virtuoso capaz de asfixiar a la mafia, en todas sus articulaciones. El punto de partida para el director siciliano es el testamento moral dejado por el profesor Vito Mercadante, un director muy comprometido con el frente antimafia tras el asesinato de Piersanti Mattarella, presidente de la Región de Sicilia (y hermano del presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella) el 6 de enero de 1980 en Palermo. En aquella época, Mercadante dirigió la redacción de la ley regional (nº 51 de 4 de junio de 1980) con la que se introdujo la lucha contra la cultura mafiosa en las escuelas. La ley se titulaba “Disposiciones en favor de las escuelas sicilianas para contribuir al desarrollo de una conciencia civil contra la delincuencia mafiosa”.
Declaraciones del director de la escuela
“La tarea de la escuela en Palermo (y en Italia), su gran responsabilidad, es crear espacios para los jóvenes. Los jóvenes no conocen la ciudad, porque viven encerrados en sus barrios. La escuela tiene entonces que abrir esas jaulas, porque los que son mafiosos a menudo no saben que lo son, inmersos como están en su subcultura”, argumentó el profesor Mercadante.
En una entrevista concedida al diario L’Ora el 7 de octubre de 1989, Mercadante afirmó que “la cultura mafiosa es la única razón por la que la gente suele negarse a ir a la escuela” y que “el niño tiene miedo de revolucionar los valores en los que ha crecido toda su familia”.
“Aquí es donde debemos empezar. Queremos partir de lo que ya existe, de esta legislación que no ha tenido una difusión nacional y que se ha detenido a nivel local debido tanto a la falta de financiación como a los cambios en el sistema escolar con la introducción de la cultura de la legalidad tras las masacres de la mafia”, explica Giusto Catania.
No hay necesidad de iniciativas esporádicas y efímeras, sino que es necesario lograr un impacto concreto en las escuelas y, en consecuencia, en la sociedad’, añade. Por este motivo, el presidente Saladino ha propuesto, como primer paso dirigido a las escuelas de toda Italia, la firma de un manifiesto de 20 puntos para reclamar la construcción de una cultura antimafia como exigencia nacional: “La mafia acompaña la acción criminal con la acción cultural”, reza el documento al que se han adherido 70 escuelas de Palermo y provincia. “En consecuencia, es necesario trabajar en un proyecto pedagógico de cultura antimafia, para desarrollar un proceso alternativo a la cultura mafiosa”, explica el director de la escuela. “Y para ello, es necesario abordar el tema a diario en todas las asignaturas, desde la historia hasta las matemáticas, el arte y la música”.
El manifiesto de la educación para la legalidad
El manifiesto comienza así: “La educación para la legalidad no es suficiente para construir una cultura antimafia, sobre todo porque las mafias no se manifiestan exclusivamente en contextos de ilegalidad”.
La mafia -dice- “tiende a esconderse en los espacios de la legalidad, donde proliferan sus intereses económicos. Hace tiempo que la mafia ha dejado paso a la mafia que se infiltra en las instituciones, en los santuarios de las finanzas y en el blanqueo de dinero sucio en operaciones económicas lícitas y legales”.
“Las escuelas deben enseñar a distinguir el comportamiento moralmente irreprochable de la legalidad aparente, ficticia y artificial”, recuerda el manifiesto. Y de nuevo: “La educación en la legalidad ha puesto en primer plano el respeto a la ley. La historia nos enseña que el respeto a la legalidad y al derecho puede perpetuar crímenes que mortifican los derechos de personas y pueblos enteros. La cultura antimafia, por el contrario, se pone en práctica promoviendo, respetando y realzando los derechos”. Es, por tanto, sobre «el respeto de los derechos fundamentales de la persona, la protección de los derechos humanos, sociales y civiles” que “representan el terreno mínimo y obligatorio” que debemos trabajar “para construir una cultura antimafia” porque la “mafia tiene la característica de regenerarse en la mortificación y/o anulación cotidiana de todos los derechos”.
El manifiesto concluye reiterando que la escuela “toma terreno a la mafia practicando la democracia, la participación, la descentralización del poder y la ampliación de los espacios de decisión”. Y que “enseñar la democracia en la escuela es una de las misiones pedagógicas más importantes”.
El compromiso debe ser, en efecto, el respeto de las normas, principio sobre el que se construye la convivencia civil, pero hay que explicar a los niños que este respeto “no puede ser a-crítico”. Las escuelas también deben enseñar a “desaprobar las normas equivocadas, las que conducen a la violencia y a la prevaricación’ y que ‘la obediencia no siempre es una virtud”.
La escuela, por tanto, “enseña escritura, lectura, aritmética… pero la función principal de la escuela es la formación de ciudadanos conscientes, libres y honrados”. Y “debe reescribir sus objetivos salientes, centrándolos en la justicia social, la democracia y el respeto del bien común”.