La actual crisis climática afecta de lleno al trabajo de los agricultores. Es una cuestión de la que se habla poco y se piensa aún menos, pero que está en el primer plano de la mente de millones de europeos que viven de la agricultura y, en particular, de los muchos que viven en contextos geoclimáticos inestables donde las condiciones meteorológicas impredecibles, las sequías y el deterioro constante de la fertilidad del suelo son grandes preocupaciones para el futuro.
Agricultura de precisión
Ya no hay ni medias estaciones, ni inmensas zonas agrícolas con monocultivos homogéneos. Cada explotación tiene ahora su específica dedicación agrícola, que puede ser diferente de la del campo vecino. Surgen así nuevas técnicas de agricultura de precisión.
Se trata de un sistema de investigación y gestión sistemáticas de los factores (tanto temporales como espaciales) que influyen en los procesos de producción agrícola, con el objetivo de optimizar el uso de los recursos, reducir los residuos y mantener una alta calidad y cantidad de las cosechas.
Mediante el análisis de las características físicas y químicas de cada parcela, la disponibilidad de agua, la medición de la radiación electromagnética reflejada por las superficies y otros sistemas de prospección, es posible clasificar las distintas explotaciones y sugerir las mejores prácticas que deben adoptarse en cada fase de la producción: desde la preparación del suelo hasta la siembra, pasando por la fertilización, el riego e incluso la distribución selectiva de productos fitosanitarios.
Así pues, la tecnología GPS permite comparar estos distintos datos y cartografiar regiones enteras, evaluando la adaptabilidad de los distintos cultivos a ese campo concreto, mediante índices de vegetación derivados de imágenes por satélite, cálculo de necesidades basado en datos meteorológicos y modelos de previsión, así como recogida de datos directamente sobre el terreno.
Una app web al servicio de la agricultura
La redacción de «XQ the News» entrevistó a Maria Vincenza Chiriacò, investigadora de la División de Impactos en la Agricultura, los Bosques y los Servicios Ecosistémicos del CMCC (Centro Euromediterráneo sobre Cambio Climático), que trabaja en varios proyectos sobre gestión sostenible del uso de la tierra, entre ellos uno de aplicación digital en Apulia, región del sur de Italia en riesgo de desertificación.
Dra. Chiriacò, ¿en qué consiste su trabajo?
En la primera fase de la actividad, seleccionamos más de 100 cultivos agrícolas y forestales en la región de Salento, al sur de Apulia. Estamos finalizando el estudio, que será útil no sólo para los agricultores, sino también para los responsables políticos y los planificadores del territorio. Puglia ha sufrido una grave pérdida de olivos debido al Síndrome de Declive Rápido del Olivo (OQDS, por sus siglas en inglés) que afecta a los olivos causado por la bacteria «Xylella Fastidiosa» y a otros factores, pero aún quedan muchos cultivos típicos, como el higo chumbo, el almendro, el cerezo y el granado, o nuevos cultivos como el algodón y el lino, que casi han desaparecido de la producción en nuestro país en estos momentos.
Para contribuir más a la mitigación del cambio climático, hay que dar preferencia a los cultivos arbóreos, que además de proporcionar frutos tienen una gran capacidad para absorber y almacenar dióxido de carbono en su madera. El objetivo: sustituir el olivo por otros cultivos leñosos capaces de eliminar CO2 de la atmósfera y almacenarlo, mediante fotosíntesis, en el interior de la madera.
La crisis climática nos obliga a reducir las emisiones, pero en algunos sectores es difícil reducirlas por completo, como las emisiones de metano del sector ganadero, que no se reducirán a medio plazo. La única opción es centrarse en la eliminación tecnológica y/o natural de las emisiones. Sin embargo, la tecnología nos ofrece actualmente pocas estrategias. La solución viable por el momento nos la ofrecen de forma natural las plantas, con el proceso de fotosíntesis. Cuantas más plantas tengamos, más CO2 eliminarán de la atmósfera. Esto se aplica a las plantas de ciclo corto o anual, pero aún más a los árboles. Las prácticas agrícolas también desempeñan un papel importante: reducir el uso de productos químicos en favor de una mayor biodiversidad del suelo, por ejemplo, contribuye a enriquecer los suelos con carbono, ayudándonos así a alcanzar el «cero neto» y a combatir el cambio climático.
Hemos sabido que está a punto de lanzar una herramienta digital para ayudar a los agricultores de Apulia. ¿Puede decirnos de qué se trata?
Se trata de una especie de aplicación web, a la que también se puede acceder de forma muy sencilla escaneando un código QR. Dentro de la herramienta, será posible visualizar un mapa de Apulia, gracias al cual el usuario podrá localizar una parcela agrícola concreta y consultar al sistema qué cultivos podrían ser los más adecuados para sustituir a los olivos secos. Con una resolución de unos 9 km, el software indicará exactamente cuáles son las mejores especies entre las más de 100 analizadas, en función de las condiciones climáticas actuales, pero también de las futuras, en un escenario hasta 2050. Proporcionará indicaciones sobre cuánta agua se necesita, en su caso, para esos cultivos, qué patógenos podrían aparecer y si habrá, por tanto, una posible vulnerabilidad para cada especie.
Además, rellenando un rápido cuestionario, el agricultor podrá calcular el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero que podría generar esa parcela concreta y recibirá indicaciones sobre una serie de prácticas sostenibles que puede aplicar para reducir sus emisiones o incluso aumentar la absorción de carbono, como por ejemplo el pasto, la fertilización orgánica del suelo y la reducción de los insumos químicos en el campo.
Gracias a las absorciones de carbono resultantes de estos procedimientos, los agricultores podrían convertirse en actores clave de la mitigación del cambio climático, generando créditos de carbono para introducirlos en regímenes voluntarios de comercio de los que podrían obtener ingresos adicionales precisamente por contribuir al beneficio climático.