Hay un lugar especial que, durante cinco días al año, transforma Turín en un microcosmos de papel e ideas. Aquí, lectores apasionados, autores y profesionales del mundo editorial se encuentran entre la realidad y la imaginación, entre debates y maravillas. Se trata del Salón Internacional del Libro, que en 2025 celebra su 37.ª edición y sigue demostrando que está más vivo que nunca.
Bajo del metro y el ascensor me lleva directamente a la plaza del Lingotto Fiere, una histórica arquitectura industrial que en su día albergó la fábrica de automóviles Fiat, reconvertida para la ocasión en ciudadela de la cultura. Entre sus pabellones, el Auditorio y la pista 500 suspendida en el techo —proyecto artístico de la Pinacoteca Agnelli— se abre el telón de la nueva edición del Salón.

Como responsable de prensa, tengo el privilegio de entrar 45 minutos antes de la apertura oficial. Un tiempo precioso: puedo disfrutar del silencio de los pasillos, del olor a tinta fresca y de la vista de los stands aún ordenados, antes de que el ejército de lectores los asalte (con amor, claro está).
Comienzo mi recorrido entre los stands partiendo de uno de los más concurridos cada año: el paraíso del libro usado, con una sección especial dedicada a ediciones raras y de colección.
Sin embargo, mientras reviso las cubiertas polvorientas, pienso en un dato poco alentador: la venta de libros está en declive. Según la Asociación Italiana de Editores, en 2024 el mercado perdió un 1,5 % en valor y un 2,3 % en ejemplares vendidos: 2,4 millones de libros menos en las estanterías (o en los carritos online). Según dicen, han influido los recortes en los fondos para las bibliotecas y el fin de la 18app tal y como era, sustituida por bonificaciones menos efectivas. Pero a juzgar por el gentío que se agolpa aquí delante, no es el deseo de leer lo que falta, sino más bien el bolsillo. Con precios que rondan los 20-22 euros, incluso para las ediciones en rústica, la lectura corre el riesgo de convertirse en un pequeño lujo cotidiano. Y no todo el mundo puede permitírselo.
No es un caso aislado: desde Europa llegan señales similares, pero con algunas diferencias interesantes. Según el informe internacional 2024 de GfK Entertainment y NielsenIQ BookData, la ficción crece en 16 de los 18 mercados analizados, con países como India (+30,7 %), México (+20,7 %), Brasil (+16,4 %), España (+12,0 %) y Portugal (+11,4 %) destacando con aumentos de dos dígitos.
Por el contrario, la literatura de no ficción está sufriendo, con un crecimiento solo en unas pocas regiones y, a menudo, modesto. Los libros para niños y jóvenes adultos fluctúan, pero aun así logran registrar ganancias en nueve territorios.
En Europa, los dos mercados más grandes, Francia y el Reino Unido, muestran una ligera flexión en los ingresos (-0,3 % y -0,6 %) y en el número de ejemplares vendidos (-2,8 % y -1,6 %). A pesar de ello, el aumento de los precios medios contribuye a mitigar el impacto de la caída de las ventas, aunque el ritmo de crecimiento se está ralentizando.
Un dato curioso: los géneros más populares en crecimiento son el romance y la fantasía, impulsados por comunidades como BookTok en TikTok. En definitiva, leer nunca ha estado tan de moda… y ha sido tan complicado para el bolsillo. Pero al menos durante cinco días en Turín, la fiesta del libro hace latir con fuerza el corazón de quienes no quieren dejar de soñar.
Sin embargo, el Salón parece querer recordarnos que las palabras siguen importando, y mucho. No es casualidad que el título de esta edición, «Le parole tra noi leggere» (Las palabras entre nosotros, ligeras), haya servido de brújula para lectores, autores y editores. Una invitación a reconocer el peso (y la ligereza) de las palabras en nuestros diálogos cotidianos, tanto en los libros como en la vida. Un homenaje explícito a la novela homónima de Lalla Romano, que ha vuelto a situarse entre los más vendidos precisamente en la feria.

Las novedades también han dado en el blanco: desde la taquilla digital hasta la nueva página web con 10 millones de visitas, pasando por el mapa reorganizado y el éxito del Romance Pop Up en las salas UCI del centro comercial del Lingotto, donde más de 3500 fans se reunieron con sus autoras favoritas en una maratón de firmas que se agotó en media hora.
El espíritu del Salón se extendió por todas partes, desde los paseos por el jardín colgante de la Pista 500 con vistas al cielo de Turín, hasta los encuentros inmersivos entre la literatura y las artes visuales. Sin embargo, el corazón que lo hace latir sigue siendo el de los lectores y lectoras. El 49 % de los visitantes son menores de 35 años, el más joven tenía 53 días (!).
Y luego están los editores: las palabras no solo se leen, ¡también se venden! La edición de 2025 se cierra con resultados récord para muchos stands, desde un +15 % hasta picos del +300 %.
2500 eventos en cinco días: un Tetris cultural a nivel olímpico.
Elegir qué seguir fue un ejercicio continuo de encajar piezas, arrepentimientos y carreras entre los pabellones. Pero si tuviera que citar dos que realmente dejaron huella, no lo dudaría.
El primero fue el encuentro con Joël Dicker, el querido escritor suizo que ha conquistado a millones de lectores con bestsellers como La verdad sobre el caso Harry Quebert, El libro de los Baltimore y El enigma de la habitación 622. Un maestro del thriller literario, capaz de mantener al lector en vilo con tramas intrincadas y atmósferas cargadas de misterio.

Dicker acudió al Salón para presentar su última novela, pero el diálogo tomó un giro inesperado (y muy actual) gracias a un grupo de jóvenes lectores que lo entrevistaron en el escenario.

Cuando se le preguntó qué opinaba sobre el creciente consenso de la derecha en Europa, el escritor desvió la atención hacia un tema crucial: la importancia de ir a votar.
«La democracia se basa en el pensamiento de la mayoría. Tomemos como ejemplo este público: si todos los espectadores de las tres filas que lo componen van a votar, ganará la opinión de la mayoría. Pero si solo vota una fila, el resultado será distorsionado, no representativo. Y esto es un peligro real».

Palabras sencillas, pero necesarias. Porque a veces se necesita un escritor de novelas policíacas para decirnos algo que nos concierne muy de cerca, y no solo entre las páginas.
El segundo encuentro que me llevo a casa ha sido «I giornali spiegati bene» (Los periódicos bien explicados), una reflexión lúcida (y un poco amarga) sobre el estado actual de la información. ¿El objetivo? Revelar un mecanismo invisible pero poderoso: los periódicos a menudo no escriben para informar, sino para tranquilizar.
Cada medio selecciona los titulares, los ángulos y el lenguaje en función de lo que su público quiere leer, no necesariamente de lo que ocurre en el mundo. Solo unas pocas excepciones «dan en el clavo» de la noticia. Una actitud que, más allá de la lógica editorial, plantea cuestiones de deontología nada desdeñables: porque si la información sirve para ayudarnos a comprender el mundo, y no solo para hacernos sentir «del lado correcto», entonces hay que replantearse algo. Y rápido.
Cinco días, miles de títulos, cientos de voces. Salgo del Lingotto con la mochila más llena de libros que de certezas, y así está bien. El Salón del Libro no da respuestas, pero abre caminos, entre las páginas y entre las personas.
Este año lo ha hecho con palabras «ligeras», sí, pero en el sentido más poderoso del término: palabras que vuelan de un stand a otro, que pasan de mano en mano, que saben crear puentes incluso donde el debate se enciende.
Palabras que, si se escuchan con atención, nos recuerdan que leer es un acto de libertad. Y escribir, quizás, también de resistencia.
Y así, entre una firma de libros y una sala llena, entre una cita robada y un pensamiento anotado en la cabeza (porque no soy buena con el cuaderno), también se cierra esta edición.
Las palabras, entre nosotros, han cumplido su función.