Los olivos de Apulia están muriendo a causa de un peligroso patógeno, pero también a causa de décadas de malas prácticas de los terratenientes y los efectos generales del cambio climático.
La bacteria Xylella fastidiosa se introdujo probablemente en Gallipoli (en la provincia de Lecce), después de la importación de una planta de café de Costa Rica. El patógeno se adaptó a los olivos en todo el territorio de Apulia, causando la muerte a casi 7 millones de olivos desde 2013, el año que se aisló la bacteria. Este suceso se había predicho, como se argumentó en un congreso en el Instituto Agronómico Mediterráneo de Bari (IAMB), por el científico americano Rodrigo Almeida, quien presento el informe “Xylella: el peligro se acecha” (Xylella: Danger at the Gates). Este, y muchos otros misterios, marcaron la propagación de la epidemia en la península de Salento, lo cual condujo a grandes protestas, investigaciones por parte del judiciario de Lecce, debates acalorados entres los científicos, y una clara ineptitud tanto por parte de las políticas nacionales como de las regionales. Para un contexto “histórico” sobre la propagación de la enfermedad de los olivos, conocida como el Síndrome del rápido decaimiento del olivo (OQDS, por sus siglas en inglés), nos referimos al libro de investigación ‘Xylella Report’ de Marilù Mastrogiovanni, el cual nunca ha sido contradicho o impugnado legalmente por ninguna de las figuras mencionadas en el libro.
¿Qué futuro espera a los olivos de Apulia?
Más de una década después de estos eventos, la situación de los olivares en la península de Salento (en el sud de Apulia) sigue siendo crítica. Mientras ciertas simplificaciones ven la ‘bacteria asesina’ como la única causa de la OQDS del olivo, hipótesis más actualizadas y comprensivas han aparecido, las cuales tienen en consdieración los efectos del cambio climático y la casi esterilidad de los terrenos excesivamente trabajados.
Mientras las protestas de los agricultores apulianos se intensifican debido a la falta de políticas públicas orientadas a enfrentar la sequía y los patógenos, buscamos un entendimiento mayor y contactamos con el CMCC (Centro Euro-Mediterráneo sobre Cambio Climático). Este prestigioso instituto de investigación independiente desarrolla estudios y modelos sobre el sistema climático y sus interacciones con la sociedad, y el cual promueve políticas de adaptación y mitigación basadas en sólidos conocimientos científicos. La Fundación CMCC nos puso en contacto con el Dr. Gabriele Pizzileo, quien trabaja en la división IAFES (Impactos en la Agricultura, los Bosques y los Servicios Ecosistémicos). Lo entrevistamos en julio de 2024, poco más de una década después de la aparición de la bacteria Xylella fastidiosa en la península de Salento. Le preguntamos qué se puede hacer para contrarrestar la deforestación que se está produciendo en el talón de Italia.
Preguntamos al Dr. Pizzileo si había alguna esperanza de salvar los millones de olivos esparcidos por Apulia, particularmente en Salento.
Seguramente puedo ofrecerte una visión sobre las buenas prácticas agrícolas que pueden ayudar a mitigar los efectos del cambio climático, especialmente en términos de emisiones de operaciones agrícolas. De hecho, la agricultura es uno de los sectores punteros en emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo precisamente al cambio climático, la causa de estas grandes catástrofes como las inundaciones y las sequías. Entre las prácticas más útiles para sobrellevar la alternación entre sequías y lluvias intensas, concentradas en específicos periodos del año, es el uso de cultivos de cobertura. En el caso de lluvias intensas, una superficie cubierta por hierba, en comparación con un suelo completamente desnudo, puede mitigar el impacto del agua sobre el suelo y canalizarla mejor, gracias a las raíces de estas plantas herbáceas. Los cultivos de cobertura deben mantenerse hasta el inicio de la temporada seca, después de lo cual deben ser gestionados de manera sostenible a través de la siega. Sin embargo,algunos empresarios rechazan esta práctica porque están acostumbrados a trabajar periódicamente el suelo para evitar la formación de una costra dura. Esto es particularmente cierto en Salento, donde la práctica de permitir que crezca hierba espontánea o sembrada no es común, ya que la tendencia es trabajar el suelo de manera continua.
¿Cómo se debería trabajar el suelo?
A través de la labranza, con dispositivos mecánicos que trabajan activamente el suelo, o mediante el uso de rastras que solo profundicen en la superficie. Sin embargo, debemos tener en cuenta que cada vez que trabajamos el suelo, también estamos movilizando toda la microflora y microfauna que mineraliza la sustancia orgánica dentro de él. En suelos ya pobres en sustancias orgánicas, como los nuestros, la labranza frecuente conduce a una pérdida de fertilidad del carbono y nitrógeno almacenados en el interior. Existe otro efecto negativo: el nitrógeno, además de ser un nutriente para las plantas, es un gas con un impacto climático significativo. La agricultura libera grandes cantidades de nitrógeno a la atmósfera, tanto a través de la fertilización como de la mineralización. La siega también tiene impactos muy positivos en la sequía, porque crea una capa llamada «mulching» (acolchado). Este es una especie de capa de unos pocos centímetros de grosor que se coloca sobre el suelo; evita que el agua se evapore al ritmo estándar cuando el suelo está desnudo. Esto ayuda a almacenar mejor el agua, poniéndola al alcance de las plantas, y a reducir la temperatura del suelo, ya que aumenta su capacidad de reflejar la luz solar. Esto también puede lograrse gestionando la poda de manera sostenible, compostando el material y luego reaplicándolo al suelo, evitando así problemas fitosanitarios o un aumento en la inoculación de patógenos.
¿Cuál es su opinión sobre el uso excesivo de pesticidas y herbicidas?
Junto con las buenas prácticas agrícolas que he descrito, los granjeros deberían usar protecciones fitosanitarias racionalmente, para que los herbicidas no se apliquen en todo el campo, sino solo bajo las plantas. Deberían considerar usar alternativas orgánicas menos dañinas, a lo mejor de una manera más preventiva que curativa. Informar a los granjeros sobre estas prácticas puede beneficiarlos económicamente, ya que les ayudara a ser más resilientes y sufrir menos daños a causa del cambio climático. Mejoraría ciertamente la tierra, ya que mejoraría la cualidad de vida.
Para los granjeros que han perdido sus olivos a causa de la enfermedad por desecación de la Xylella fastidiosa, ¿qué tipo de cultivos podrían considerar replantar en el territorio?
Este es uno de nuestros temas de investigación. En los próximos meses se lanzará una herramienta en línea para ayudar a los agricultores en esta decisión. Estamos evaluando la idoneidad climática de diferentes cultivos que pueden asistir a los agricultores y cultivadores a la hora de decidir qué plantar y ofreciendo orientación sobre si un cultivo será adecuado para el clima desde ahora hasta 2050. La herramienta probablemente abarcará toda la región de Apulia, específicamente las provincias de Lecce, Brindisi y Taranto, que fueron las más afectadas por Xylella.
Actividad complementaria
Video
El impacto del cambio climático en Salento: entre la Xylella y el riesgo de desertificación