Sònia Estradé forma parte del 14% de mujeres científicas que, a nivel internacional, trabajan en el campo de la neurociencia y de la nanotecnología, una especialidad altamente masculinizada. Hoy en día la mayoría de las personas que finalizan estudios universitarios en España y que obtienen las mejores calificaciones son mujeres, pero la participación de las mujeres en la actividad investigadora y docente está lejos de ser igualitaria respecto de la de los hombres y decrece notablemente en las escaleras profesionales más altas.
Estradé, así como sus compañeras científicas y tecnológicas, se encuentran diariamente con dos tipos de segregaciones. La segregación horizontal: las diferentes mujeres que trabajan en ciencia se encuentran repartidas en diferentes campos. Y la segregación vertical, el famoso techo decristal, donde las mujeres no ocupan ni el 20% de los cargos, “ni sumando los ámbitos donde hay mucha feminización como la biomedicina”, comenta Estradé.
La Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnológicas (AMIT), de la que forma parte Estradé, quiere ser “la voz y la red de apoyo para todas las investigadoras y universitarias concienciadas a trabajar juntas para conseguir la plena participación de las mujeres en la Investigación, la Ciencia y la Tecnología”. En un mundo altamente masculinizado la sororidad toma mucha importancia. AMIT trabaja para dar visibilidad a las mujeres científicas tanto en la sociedad como en los medios de comunicación.
“La sociedad tiene unos prejuicios que también se reflejan en la ciencia”
Isabel Muntané, coordinadora del Máster de Género y Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona, sentencia que “siempre ha existido una invisibilización del conocimiento femenino”. Para Muntané, la presencia de las mujeres en los espacios de opinión es clave: “opinar es crear otro imaginario, genera reflexión y la reflexión aporta herramientas a la ciudadanía”.
En este sentido, Sònia Estradé considera que todo lo que hacen como científicas vuelve a la sociedad a través de la prensa. “La proporción de mujeres y hombres científicos es de 40% – 60% respectivamente, independientemente de qué cargos ocupa cada cual, en prensa el 90% de las veces aparecen señores”, denuncia Estradé. Además, analiza que cuando se realiza un reportaje donde el investigador es hombre, “se dibuja más el personaje como líder, gurú y su trayectoria, mientras se lo califica”. En cambio, si el reportaje trata de un estudio realizado por una mujer científica, opina Estradé, este se centra puramente en describir el caso.
Las tareas de divulgación son muy importantes para revertir esta situación de desigualdad. Desde AMIT emplazan a los medios a ver cómo y cuándo tratan cada noticia científica pero también trabajan con jóvenes. “Intentamos llegar a la gente joven, a la sociedad en general y también trabajamos para cambiar las políticas universitarias”, explica Estradé que señala que “hoy por hoy, no hay políticas de investigación en género”. Una de las iniciativas de la Asociación en cuanto a la divulgación entre los jóvenes consiste en una entrega de premios para Trabajos de investigación de Bachillerato que lleva como título Mujeres en Ciencia y Tecnología.
“O los referentes te los introducen los profesores, o no los tendrán”
Isabel Muntané recuerda que “ya desde la niñez lo vemos: en los libros de texto las mujeres no aparecen y, para los niños, no tener referentes mujeres de ningún campo supone no existir”. Hoy por hoy, con los libros de texto que se usan en las escuelas, la responsabilidad recae en los programas escolares. “A las referentes te las introducen los profesores o los niños no los tendrán”, sentencia Montaner.
Desde la cooperativa de educación Eduxarxa (Barcelona) también destacan la importancia de los referentes, tanto escolares como mediáticos: “cuando preguntas a los niños que quieren ser de mayores responden policía o cocinero. Aquí vemos la importancia de los medios y la televisión que, cuando quieren, pueden influir mucho”, asegura Àngela García, socia de Eduxarxa.
Esta cooperativa organizó la visita de científicas del acelerador de partículas situado de Barcelona a varios institutos para concienciar a los estudiantes del papel de la mujer en la ciencia. Realizaron un cuestionario antes y después de los talleres para ver como evolucionaba la percepción de los jóvenes respecto las mujeres en la ciencia.
“Vimos que a las chicas les gusta mucho la ciencia y los jóvenes en general no tienden a masculinizar la figura del científico cuando se les pregunta explícitamente, pero, por el contrario, inconscientemente hay un sesgo de género”. Como experimento dieron la nota media de las asignaturas que se cursan en un instituto separadas por género, pero sin especificarlo y “a pesar de que las chicas siempre estaban por encima, la clase solía decir que los chicos tenían más éxito. En tecnología, por ejemplo, ningún instituto consideró que las chicas pudieran tener una media más alta”.
Los autores del estudio quisieron averiguar si en su infancia les habían marcado los roles de género a través del juego o los dibujos que miraban. Observaron que “muchas chicas habían jugado a fútbol y muchos chicos habían jugado con muñecos. No había aparentemente unos roles marcados que justificaran estas percepciones”. Así que se lo preguntaron directamente y la respuesta les sorprendió: “nos dijeron que, en la sociedad, en la tele, en los anuncios o las series no había tantos referentes de mujeres exitosas en ciencia como de hombres”.
Así, Àngela García dice que, si bien la respuesta que les dieron los niños y niñas esconde una realidad que no les gustó, quedaron gratamente sorprendidas que los “chavales fueran conscientes del sesgo al cual les expone la sociedad”. Esta, según Àngela García es la base para cambiar muchas cosas y, como prueba, al acabar los talleres, uno de los chicos a los que se les preguntó si había cambiado su percepción de la mujer científica respondió: “Sí, ahora considero que las mujeres pueden hacerlo todo”.