Hablamos con María Calado de la situación de las mujeres en relación a los trastornos alimentarios, el peso de las redes sociales, los medios de comunicación, la familia, la escuela y el sistema sanitario en la perpetuación de ideas erróneas como son confundir delgadez con salud.
María Calado es la autora de un reciente estudio titulado: Informe sobre mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria: impacto de los roles y estereotipos de género, encargado por el Instituto de las Mujeres.
Calado es licenciada en Psicología y doctora en Psicopedagogía, experta en género e investigadora en la Universidad Internacional de La Rioja. Su trabajo se ha centrado en buena medida en los trastornos alimentarios con perspectiva de género desde que ya en su tesis, tratase sobre el papel de los medios de comunicación en su desarrollo.
Hablamos con ella de su último informe, de violencia institucional hacia las mujeres grandes, tanto en la educación como en la sanidad, así como la confusión habitual entre la delgadez y la salud. «Es un factor de riesgo, pero no hay relación de causalidad», defiende esta investigadora.
¿Cuál es la situación de las mujeres jóvenes y de las adolescentes en relación con sus cuerpos?
Muy preocupante. A pesar de que no hay investigación a nivel epidemiológico que nos dé los datos reales de la prevalencia de los trastornos alimentarios en nuestro país, existen datos, por ejemplo, de hospitalización. El Instituto de las Mujeres ha publicado alguna infografía en ese sentido y lo que encontraban es que desde el Covid-19 se habían disparado los casos de trastornos alimentarios. Aunque no es la situación real, sí que es un indicativo. Por otro lado, lo que también se está encontrando en los hospitales, en las unidades específicas de TCA (trastornos de conducta alimentaria), es que parece que el inicio también se está adelantando, incluso habiendo cada vez más casos de niñas. Es muy preocupante.
El Covid-19 fue un punto de inflexión. Muchas niñas pasaron más tiempo expuestas a las pantallas con el perjuicio que esto tiene de que acceder a contenidos que son muy perjudiciales. Las mujeres, antes, en mi adolescencia, veían contenidos que podían ser dañinos en las revistas, porque cosificaban a las mujeres pero que era una vez a la semana; o un cierto programa de televisión o los vídeos musicales. Pero ahora se exponen en cualquier momento porque tienen disponible una tablet, un teléfono o cualquier otro dispositivo con el que acceden a esos mensajes dañinos relacionados con su imagen corporal.
En el informe señalas a medios de comunicación y redes sociales como elementos importantes en todo esto. ¿Cuáles son las lógicas de los algoritmos o cómo crees que están impactando en las chicas jóvenes?
Yo no sé muy bien cómo funciona. Lo que sé que es lo que los expertos y las expertas mencionan al respecto. A las adolescentes el tema de la imagen corporal les preocupa, y esto mueve muchos intereses económicos. El algoritmo te muestra ese tipo de contenidos de marcas, vídeos musicales, influencers que piensan que van a tener un impacto económico. Y resulta que esos contenidos están muy vinculados a una mujer tradicional. Ahí está por ejemplo el caso de Roro, la tradwife, una influencer que parece que tiene un determinado estilo de vida al mismo tiempo que se está lucrando. Hay cierta disonancia, pero las chicas que la siguen probablemente no la perciben, no son conscientes de lo contradictorio que resulta su mensaje con lo que está haciendo realmente.
Hay un enorme negocio en diferentes industrias de la alimentación, de estilos de vida, de la moda, de farmacéuticas que se aprovechan de las inquietudes que tienen las mujeres relacionadas con su cuerpo y su imagen corporal.
¿Debería regularse el funcionamiento del algoritmo, como parte de las posibles medidas para paliar el daño que están produciendo en la salud mental de las jóvenes?
Yo no soy experta, pero creo que ya hay legislación a ese respecto y parece que no se está cumpliendo. Con las nuevas tecnologías en general, no solo con las redes sociales, nos estamos enfrentando a un montón de problemáticas que son nuevas, que están ocurriendo por primera vez. No solamente, por ejemplo, en la temática que nos atañe, sino también en los discursos de odio. Creo que es necesario regular ciertas cuestiones, como la pornografía donde se da el sumum de la violencia y de la cosificación de las mujeres, de la deshumanización, de la hipersexualización.
Es necesario regular qué está pasando con la IA, que también está muy en la línea de que las mujeres vivan situaciones degradantes. Qué pasa con una mujer cuando se expone en las redes sociales, por el tipo de comentarios que recibe, que muchas veces tienen que ver con su físico. Nos estamos encontrando que situaciones de acoso que antes estaban acotadas al ámbito escolar. Pero esos niños y esas niñas o esas adolescentes, cuando llegan a su casa no desconectan porque continúan en las redes sociales. Y en las mujeres el tipo de acoso que reciben está relacionado con su físico en muchas ocasiones.
Hay que repensar y regularizar y revisar la legislación existente. Por ejemplo, la que se refiere al sexismo en la publicidad. Cuando sales a la calle, enciendes la televisión o vas a las redes sociales no ves más que imágenes sexistas y degradantes para las mujeres. Parece que no están funcionando aquellas cuestiones que llevan reguladas años.
En el informe también hablas de la familia. Parece necesario un trabajo muy específico con ellas porque son punta de lanza de mucha de esa presión social con respecto a la delgadez como sinónimo de salud. ¿Cómo debería ser?
Ayer (hace unos días) lancé una pequeña campaña para dar a conocer el Observatorio de Violencias Institucionales Machistas. En ella recogía dos aspectos que aparecen en el informe, el tema de la salud y de la educación. Y hubo una compañera en las redes sociales que me decía “¿Y qué pasa con las familias, María?”. Si lees el informe y, sobre todo, lo que dicen las mujeres con cuerpos no normativos, es decir, chicas con cuerpos grandes, te encontrarás que todas han tenido situaciones súper humillantes en las familias. Y cuando nos vamos a la encuesta online lo mismo. Nos encontramos con que un 80% de las mujeres manifiestan que en algún momento han recibido comentarios por parte de las familias con respecto a su cuerpo, a su aspecto físico, a lo que comen, al ejercicio físico que hacen.
Las redes sociales, como en su momento fueron los medios de comunicación, envían mensajes cosificadores de las mujeres y estos están en la base de los trastornos alimentarios, por eso ocurren más ahora y más en las mujeres de las sociedades occidentales. Pero también es cierto que los medios de comunicación y las redes sociales reproducen los mensajes que las mujeres encuentran en su día a día con sus familias, con sus compañeros en el colegio, con sus amigos y sus amigas.
“Vivimos en una sociedad en la que está normalizado hablar del cuerpo de las mujeres”
Vivimos en una sociedad en la que está normalizado hablar del cuerpo de las mujeres. Vivimos en una sociedad en la que está interiorizado que si tú no tienes un cuerpo delgado, que si tú no tienes un cuerpo normativo es porque no haces lo correcto, porque no te alimentas correctamente,
porque no haces el ejercicio físico que sea necesario.
Nos olvidamos de todos los factores relacionados con salud y enfermedad que no están vinculados con aquello que podemos hacer, como puede ser el código postal, es decir, que nosotras vivamos en un barrio en el que te puedas permitir una alimentación más saludable o no, porque los productos más baratos sean los ultraprocesados; o que tu familia tenga tiempo para cocinar o no porque se pasan todo el día fuera de casa. No tienen el tiempo para hacer la compra, ni para pensar qué van a comprar y cocinar. Ni tienen tiempo para comer en familia.
Hay un montón de factores relacionados con hábitos, con lo que se supone que es saludable, y con la imagen corporal sobre los que podemos trabajar y es necesario hacerlo con las familias.
“El trabajo que se está haciendo en las escuelas con la infancia y la adolescencia es totalmente insano al relacionar salud y peso y estigmatizar a ciertas personas”
Hablamos de delgadez como sinónimo de salud y en esa presión que se ejerce incluso en los colegios cuando se habla de alimentación saludable. Se pone el foco en el estar delgado, algo que entiendo que pasa también en las familias, ¿no?
Desde mi punto de vista, el trabajo que se está haciendo en las escuelas con la infancia y la adolescencia es totalmente insano. Por un lado no se está dando una visión real de lo que es salud o enfermedad en función del peso; puede haber salud y enfermedad en todas las formas y tallas corporales. Están estigmatizando a esos niños o niñas o adolescentes que, en un momento dado, por ser diferentes, por tener un cuerpo grande probablemente ya tengan muchas papeletas de sufrir situaciones de acoso.
Y por otro lado se está diciendo que todo depende del control, de lo que nosotras hagamos en nuestras casas. Se están obviando temas como la biología. No solo se trata de cuestiones como el poder adquisitivo o el nivel socioeconómico que se tenga y del tiempo que se disponga, sino también está la biología.
En los grupos de discusión entrevistaba a alguna paciente con cuerpos no normativos en función del peso que me decía: “Yo tenía una anorexia restrictiva pero el único criterio que no cumplía era el del peso y, sin embargo, yo restringía muchísimo, tenía menorrea, hacía ejercicio compulsivamente, mi vida giraba en torno a eso, hasta el punto de que deseaba morir. Y no fui tomada en consideración por los profesionales de la salud porque yo no tenía ese cuerpo excesivamente delgado que estaba en ese criterio DSM actual”. Y eso también tiene repercusiones de cara al tratamiento.
¿Cómo se ejerce esa violencia institucional de la que hablas en la escuela? Más allá de los programas de alimentación sana y salud.
En muchísimos centros educativos de nuestro país, en los recreos, muchas veces solamente hay un patio y se destina al fútbol y son los niños los que están jugando, mientras las niñas están en la periferia y no tienen un espacio para jugar, para moverse. Cuando paseo por mi ciudad y veo los patios, ves que incluso desaparecieron juegos en los que las niñas teníamos un papel activo, teníamos actividad física. Todos esos juegos están desapareciendo.
En mi época llegábamos agotadas a clase. Yo veo que esas vivencias mi hija no las tiene. En su colegio conseguí que hicieran un plan de recreos y empezaron a rotar los patios y una semana era para una cosa y otra para otra. Pero fue llegar al instituto y por más que insisto en el departamento de orientación, olvídate. Me dicen que el fútbol es intocable, que si lo tocase se le echa todo el mundo encima.
Otro caso paradigmático, transversal, es el de los libros de textos. No hay ejemplos de mujeres. Cuando mi hija estaba estudiando la Prehistoria, se hablaba todo el tiempo desde un punto de
vista masculino o masculino neutro. Cuando te pones a leer, por ejemplo, sobre las investigaciones que hay en relación a las pinturas rupestres se dice que probablemente, por las características fisiológicas del tipo de dedo en las huellas, las hicieran las mujeres. ¿Cómo es posible que este tipo de cosas no esté en los libros de texto?. Ya hay investigación específica. Pero se sigue dando una visión totalmente patriarcal y machista.
Esto ocurre en muchas materias. En Filosofía no hay autoras. Ahora se habla de Simón de Beauvoir y de Hannah Arent pero hasta ayer no había autoras. ¿Qué pasa, que las mujeres no pensamos? Pensamos, otra cosa es que se le dé visibilidad a lo que pensamos al igual que a nuestros problemas.
En clase de Valores, en la que se podría trabajar con dinámicas en clase sobre temas como el acoso escolar, o la igualdad de género, se dedican a dar conceptos teóricos y a examinar sobre ellos. No hay formación para el profesorado en esas asignaturas que podían ser maravillosas para trabajar todo esto.
«Las campañas de prevención de la obesidad son horrorosas»
En el proyecto competencial te ponen a una profesora de biología con una perspectiva totalmente pesoncentrista que, por la forma en la que está dando la asignatura, puede ocasionar daño en la salud mental del alumnado. Porque si hay niñas que están en el disparadero, si son vulnerables a esas cosas, le estás diciendo qué hacer para tener ese trastorno alimentario, si no se le ocurrió buscarlo en casa.
Como ves es que es todo muy transversal desde las asignaturas y los contenidos hasta cosas ya más específicas relacionadas con la perspectiva pesocentrista. Las campañas de prevención en obesidad son horrorosas.
Señalas en el informe que muchas de las mujeres con las que has hablado que tenían miedo de ir al médico para no sentirse juzgadas. Me gustaría hablar un poco de estas situaciones en las que las mujeres que se salen del canon de delgadez, que son grandes o gordas llegan al punto de no querer ir al médico por miedo, para que nadie les eche una bronca más.
Con respecto a las chicas con cuerpos no normativos, te comento. Las chicas que son activistas, y que en el informe, por ejemplo, las expacientes eran todas activistas, me dicen: “María, yo reivindico la palabra gorda, porque es un adjetivo. Después todos los estereotipos que están ahí puestos son sociales pero no tienen que ver con un adjetivo calificativo como puede ser alta o baja”.
Cuando preguntaba a las chicas que tenían trastorno alimentario con cuerpos no normativos, me decían: “Es que no me encuentro. Si me llaman gorda me siento muy incómoda”. Por eso ahora muchos y muchas profesionales utilizan grande en vez de gorda. Es cierto que las mujeres activistas lo reivindican y me parece estupendo, pero hay mujeres que me decían: “Recuerdo esa situación cuando en el colegio tenía este tipo de comentarios y es que es como si lo estuviera reviviendo y me siento muy mal”. Tenemos que respetar y llamar a cada persona según se sienta.
“Cuando tienes un cuerpo de ciertas características, antes de preguntarte el motivo de tu consulta al médico, lo primero que hacen es pesarte”
Con respecto a lo que me preguntabas sobre el médico. Activistas del mundo de la gordofobia relatan historias muy duras, no solo a nivel emocional y de salud mental. Lo mal que te puedes sentir cuando acudes a una consulta; y si tienes un cuerpo de esas características, antes de preguntarte el motivo de consulta, lo primero que hacen es pesarte y probablemente decirte que tus males están vinculado con tu peso y que tienes que bajar peso. No se trata a estas personas ni con igualdad de condiciones ni con la misma dignidad que a una persona que no tiene tu peso.
En la entrevista que me hizo Eli en su podcast, habló de un caso bastante llamativo de dos pacientes que tenía, una con cuerpo grande y otra con cuerpo delgado. Dos chicas con trastorno alimentario y con una lesión similar. A la chica con cuerpo delgado le hicieron muchas pruebas, todo lo habido y por haber; y a la chica con cuerpo gordo le dijeron: “Adelgaza y luego hablamos”. Es discriminatorio, es violento, es un montón de cosas que no deberían de estar en una consulta de salud.
Estas situaciones pueden repercutir en tu salud mental, en tu predisposición a ir al médico. Una de las mujeres que entrevisté me decía: “Yo tengo dolores de estómago y me encuentro mal y tengo antecedentes en mi familia de cáncer de estómago pero estoy retrasándolo lo máximo posible porque tengo pánico a lo que me van a decir con respeto a mi peso”.
Esto implica también que si no te toman en serio, si no te hacen las pruebas adecuadas, puedes tener un fatal desenlace. Estamos hablando de algo tan sensible como la salud de las personas,
la física y la mental. Puede haber cánceres que no se detectan o hasta más tiempo de curación de las enfermedades porque no se da el tratamiento adecuado, o que las mujeres van en un estadio avanzado de las enfermedades porque retrasan lo máximo posible ir al médico por todas las situaciones de violencia. El trato que reciben en los centros sanitarios les está quitando salud. xx
No siempre hay una relación de causalidad entre tu peso y tu salud, ¿Qué está fallando? ¿Por qué los profesionales sanitarios confunden una cosa con otra?
Por un lado, la falta de pensamiento crítico y la formación de los profesionales de salud fuera de la caja. Es decir, a mí me dicen que tengo un protocolo relacionado con el IMC y no me leo el artículo de 2023 donde profesionales médicos desacreditan totalmente el índice de masa corporal como indicativo de… O a mí me dicen que hay una relación causa-efecto entre peso y enfermedad y le pongo un nombre de obesidad y hablo insistentemente de ella sin tener en cuenta que no es una relación causa-efecto, sino un factor de riesgo.
Siempre pongo el mismo ejemplo. Yo soy muy blanca y tengo problemas con los lunares; mi biología hace que yo pueda estar predispuesta a desarrollar un cáncer de piel. Imagínate que yo vaya al médico y que lo primero que me diga es: “Ah, esta es una blanquita”, o sea, se inventan una palabra para algo que es un factor de riesgo pero que no implica que yo esté enferma. No hay relación de causalidad. Es un factor de riesgo más, junto con otros, para padecer determinadas enfermedades.
Por tu experiencia, ¿cuál es el problema tenemos socialmente con la gordura?
Yo vuelvo de nuevo al capitalismo. A lo largo de la historia, las mujeres siempre hemos tenido en común que se nos ha cosificado, se ha considerado que era bueno que tuviéramos un cuerpo bello, que nosotras éramos objetos. Lo que ha variado en este tiempo son los cuerpos, a través de los tiempos y las culturas. Ha habido un momento en el que los cuerpos más grandes estaban de moda, o determinado color.
Desde los años 70 del siglo XX se impuso que el ideal de mujer no es el delgada, sino el de excesivamente delgada. Puede ser que en un momento determinado estén más de moda los labios gordos, los labios finos, la tez blanca, la tez morena, ¿por qué? Porque puede ser operable y puedes vender productos a una mujer que esté obsesionada con la estética. La delgadez es algo que te tiene obsesionada. No solo la moda, sino que muchas industrias están viviendo a costa de las inseguridades de las mujeres y de sus preocupaciones.
El estándar ha pasado a ser la mujer excesivamente delgada. ¿Por qué? Porque tenemos a mujeres que se autocosifican y que son potenciales compradoras de un montón de productos. Desde la industria de la moda, la industria farmacéutica, la industria de la estética. Y eso no hay que tocarlo porque es la gallina de los huevos de oro.
¿Y qué podemos hacer contra esto?
La clave está en empezar a hacer un trabajo serio de concienciación y de sensibilización a la sociedad. Mi tesis la hice sobre medios de comunicación y trastornos alimentarios allá por el 2008, y en el 2011 saqué un libro que se titulaba Liberarse de las apariencias, género e imagen corporal. Ya hablaba de todas estas cosas. ¿Qué pasa? Que en aquel momento me decían “la loca de María”, no me daban un altavoz, no me hacían entrevistas. Algo ha cambiado. Cuando yo iba a congresos y hablaba de esto con mis compañeros y mis compañeros no me decían eso es algo tópico. que no va a cambiar, que hay muchos intereses creados.
Todo esto que te estoy contando los profesionales lo sabemos desde hace décadas. La investigación sobre los factores del riesgo, quienes tenemos que actuar, la conocemos desde hace décadas, está ahí publicada. Lo que estamos haciendo es reclamando y ahora hay un burbujeo que dice tenemos que cambiar. Hay muchas activistas del feminismo, del mundo antigordofobia que quieren este cambio.
Cuando estudiaba Psicología por los años 90 tenía un profesor que trabajaba en tabaquismo y teníamos debates en clase y decíamos, “¿Y trabajar en promoción de la salud y cambiar la sociedad y hacer campañas de sensibilización y legislación?”. Y nos decía que eso no va a pasar porque la industria del tabaquismo movía muchos millones. Y se hizo.
Está claro que es un cambio de mentalidad social que va a implicar no solo las redes sociales.
Estas van a publicar lo que vende y el discurso imperante que está en la calle, ni más ni menos. Tienes que empezar por sensibilizar y concienciar a la sociedad. Y si tú sabes que hay puntos clave como son la salud, la educación, como recojo en el informe, que necesitas tocarlos, tócalos, incluso antes de las redes sociales. Cuando vean que existe un discurso que está en contra de lo que ellos están vendiendo, querrán seguir vendiendo y se van a ir al discurso dominante.
El problema es que el discurso dominante ahora es el pesocentrista. Y se sigue cosificando a las mujeres y se sigue personalizando y se sigue deshumanizando como, por ejemplo, con la música que es humillante. Las letras de reggeton son una traducción de lo que están viendo en la pornografía y con lo que se están educando sexualmente.
Sí está claro que las causas están en todas partes al mismo tiempo, por eso supongo que parece tan complicado.
Por eso te ponía el ejemplo del tabaquismo, es lo mismo que se hizo con el tabaquismo, o con la conducción y el alcohol. Lo mismo que se hizo con el uso de preservativos en adolescentes en mi época. Hay que utilizar las mismas estrategias de promoción de la salud y de políticas públicas que sabemos que funcionan si queremos cambios reales.
Hablas de concienciar a la sociedad. ¿Cómo deberían ser esas campañas de concienciación más generales?
Lo primero que tenemos que tener claro es que las mujeres no somos un objeto, somos un sujeto, no solo tenemos que irnos al peso, sino que tenemos que poner otros referentes de mujeres. Por otro lado, no se habla del cuerpo de las mujeres. Expresiones sobre el peso que coge una mujer después de dar a luz, por ejemplo, deben desaparecer. Se nos cosifica en todas estas cosas. Cuando vas por la calle después de navidades, te dices que debes retomar la rutina del gimnasio. Cuando estuve en Madrid, en el Congreso de Trastornos Alimentarios, fui a una cafetería y pedí una Coca-Cola. ¿Te puedes creer que me dijeron que no solo no tenían sino que no vendían alimentos ultraprocesados y no sé qué? Me quedé ojiplática. ¿Cómo esto puede estar pasando? Esto es fascismo puro y duro. Y a todo esto, me traen una carta que lo más barato que había eran casi 6 euros. Los productos que me daban como sustituto dela Coca-Cola ¿Por qué pasa esto? Porque que la Coca-Cola cuesta en el sitio más caro unos 3 euros, y aquí me van a cobrar 6 por lo que pida. ¿Entiendes cómo funciona?
Lo que tenemos que hacer es cambiar y ser conscientes que obesidad o el cuerpo y la forma que pueda tener una persona no implica necesariamente salud y lo que tenemos que trabajar es en hábitos saludables pero sin culpabilizar a la persona, teniendo en cuenta que existen muchos otros factores.
“Los trastornos alimentarios de muchas mujeres tienen que ver con la insatisfacción corporal vinculada a la delgadez y a la cosificación de las mujeres”
Señalas que la perspectiva de género es necesaria en la atención médica hacia las mujeres. ¿Podrías desarrollarlo en relación a otra frase que has dicho en varias ocasiones: “No se habla del cuerpo de las mujeres”?
Esto lo voy a explicar con un ejemplo de los grupos de discusión. A las pacientes tanto de cuerpos normativos como no normativos les pregunté: “¿Y a vosotras, qué os sirvió como asidero para salir del trastorno alimentario?”. Las activistas me decían: “El activismo gordo, el darme cuenta de que no soy un objeto”, o sea, la perspectiva feminista de género. Estamos hablando de que la clave de la mayoría de los casos de las mujeres que comienzan con un trastorno alimentario tiene que ver con la insatisfacción corporal. La insatisfacción corporal vinculada a esa delgadez, al género y a la cosificación de las mujeres. Si tú esto lo desmantelas, si dices que las mujeres somos más que eso y que tienen que aspirar a más en su vida para sentirse realizada, entonces le quitas una base.
¿Cómo de importante es que el personal sanitario tenga una cierta mirada feminista?
Mucho, y ahí te remito a autoras de nuestro país como Eli Cousteau o Conchi Fernández de “Mi Dieta es mía”, que precisamente participaron en el estudio y te dicen, siendo ahora ellas profesionales (Eli es psicóloga y Conchi es nutricionista) y habiendo sido pacientes, que hay que cambiar muchas cosas en los tratamientos y en los protocolos de trastornos de la conducta alimentaria. Desde el punto de vista del género y desde el punto de vista de la reglamentación.
Las chicas en bajo peso que estaban en los grupos de discusión de trastornos alimentarios, utilizaron una frase que me impactó: “Nosotras percibíamos que los profesionales tenían miedo a que nos pasáramos al otro lado, a que empezáramos a tener atracones o a engordar aunque comiéramos con normalidad”. Entonces les daban unas pautas súper rígidas. Una de ellas me comentaba que en pleno tratamiento por anorexia nerviosa, dejó el hospital y un día fue al cine y contaba: “Yo las palomitas las tenía prohibidas, para mí eran un alimento prohibido. Entonces yo fui a la consulta muy contenta porque me había tomado mi paquete de palomitas cuando fui a ver la película, estaba satisfecha porque había roto con un alimento prohibido, no me sentí mal y entonces le dije a mi médico que me comí las palomitas y que, claro, después ya no merendé porque estaba con un empachos. Y me riñeron porque no me había tomado la merienda pautada, que lo que tenía que haber hecho era no tomar las palomitas y tomar la merienda pautada”.
Eli y Conchi, pues, me decían que creían que los protocolos tienen que cambiar en la realimentación y en la perspectiva de género de quienes tratan temáticas de salud en trastornos alimentarios.