Un equipo de investigadores dirigido por el paleoantropólogo Jean-Jacques Hübl (Instituto Max Plank de Leipzig, Alemania), a finales del año 2017 hizo el anuncio de un descubrimiento arqueológico y paleontológico muy importante. ¿El Arca Perdida? ¿El Santo Grial? No. Un hallazgo aún mucho más interesante que los perseguidos por nuestro querido Indiana Jones … Un hallazgo real. Hablamos del descubrimiento, en el yacimiento de Jebel Irhoud (Marruecos, Norte de África), de los restos fósiles más antiguos pertenecientes a nuestra especie: el Homo sapiens.
Efectivamente la cuna del Homo sapiens es africana. Ahora bien, durante mucho tiempo, los europeos se negaron a situar el origen de la Humanidad en África; incluso, cuando el naturalista inglés Charles R. Darwin propuso, en 1871, que los humanos nacimos en el continente africano, la mayoría de científicos dijeron que eso era imposible y que nosotros teníamos que tener un noble linaje europeo. Quizás es por eso qué a mediados del siglo XIX, cuando en el Abrigo de Cromañón (Francia) fueron encontrados unos huesos antiguos pertenecientes a individuos prehistóricos iguales al Homo sapiens actual, se dijo que la cuna de nuestra especie estaba en Europa: el famoso «Hombre de Cromañón».
Este era un posicionamiento racista y etnocéntrico muy propio del siglo XIX e inicios del siglo XX, pero, afortunadamente, la ciencia avanza y es la mejor de las herramientas para luchar contra los prejuicios, tópicos y leyendas sin fundamento. Las búsquedas de muchos arqueólogos y paleontólogos, desde el siglo XX hasta nuestros días, han demostrado que Darwin tenía razón: el origen de la Humanidad está en África y allí situamos los primeros homínidos -con aspecto muy simiesco- que caminaron sobre dos piernas hace entre 7 y 6 millones de años. Algunos de ellos evolucionaron -cambiaron- hacia formas humanas con cerebros cada vez más voluminosos; el camino hacia nuestra especie: el Homo sapiens. Y así, en África, se fueron localizando restos de sapiens muy anteriores a los excavados en Europa y cualquier otra parte del Mundo. Efectivamente, el Homo sapiens, como los primeros homínidos, también había nacido en África; desde aquí se expandió por el resto de los continentes. ¿Pero cuál era la fecha de su nacimiento? Si en Europa los restos más antiguos de sapiens no iban mucho más allá de los 40.000 años, en el continente africano, en la región oriental, los investigadores identificaron Homo sapiens de hasta 200.000 años de antigüedad. El hogar de los primeros representantes de nuestra especie estaba en el África Oriental, en Gran Falla del Rift.
Pero las noticias sobre Evolución Humana manan de forma constante y rápida. Siempre aparece el anuncio de un nuevo hallazgo. De todos modos, no nos preocupemos. No nos pongamos nerviosos. A pesar de los titulares llamativos, estos descubrimientos no suponen un descalabro en lo que ya sabíamos sino todo lo contrario: nos aportan más piezas para cubrir los agujeros de un gran rompecabezas que tenemos muy avanzado.
En este sentido, los hallazgos hechos en el yacimiento marroquí de Jebel Irhoud no niegan lo que ya sabíamos, el origen africano del Homo sapiens, pero sí nos dicen que su fecha de nacimiento es más antigua de lo que pensábamos: ¡300.000 años! Y, muy importante, gracias a este descubrimiento podemos decir que la presencia de los primeros representantes del Homo sapiens la tenemos en el África del Norte cuando, hasta el momento, sólo se situaba en el África subsahariana (África oriental).
¿Cómo eran? Físicamente eran casi iguales a nosotros. Si los hubiéramos vestido con pantalón, camiseta y zapatillas jugarían un partido de baloncesto o fútbol con vosotros sin que os dierais cuenta de las mínimas diferencias que presentaban. Por ejemplo, al ser muy antiguos, aun admitiendo que la evolución biológica conlleva el paso -normalmente lento- de especies predecesoras a especies descendientes, aunque tenían una zona posterior del cráneo (en el área de la nuca) más robusta que nosotros. Y en relación a una de las características anatómicas que son propias de todos los Homo sapiens, es decir, la barbilla, estos individuos de Jebel Irhoud tenían barbilla pero no tan marcada como la de los sapiens actuales.
¿Cómo vivían? Los Homo sapiens de la Prehistoria, al igual que sus antepasados (Homo ergaster, Homo habilis, Australopithecus, etc.), eran cazadores-recolectores. Esto significa que se alimentaban de la carne de los animales que cazaban y de los vegetales que recogían en sus desplazamientos por el territorio. En efecto, eran nómadas. Nunca ocupaban un abrigo, cueva o espacio abierto durante mucho tiempo sino que, en pequeños grupos, de tal vez 20 o 30 individuos, se movían tras la huella de su alimento como hacen muchos otros animales.
Fabricaban herramientas de piedra -como los hallazgos en Jebel Irhoud- con las que descuartizaban a sus presas, preparaban las pieles, transformaban los vegetales o construían artefactos más complejos con el concurso de madera, fibras vegetales, tendones, huesos, etc. Se comunicaban, como nosotros, con un lenguaje articulado y, con toda probabilidad, enterraban a sus muertos y elaboraban sistemas simbólicos de gran complejidad (pinturas, rituales, música…).
Y, muy importante, la gran antigüedad de los restos de Jebel Irhoud, nos demuestra, una vez más, que la evolución humana no es una fila india de homínidos (como vemos a menudo en libros, revistas o camisetas). La evolución de la vida, y eso ya lo dijo Darwin, es en forma de árbol. Los humanos, a partir de un ancestro común -el tronco del árbol- se separaron -ramificaron- en diferentes ramas. Una de ellas evolucionó hasta el Homo sapiens. Hoy somos los únicos humanos del planeta, pero hace 300.000 años el sapiens convivió con humanos de otras ramas del árbol evolutivo. Por ejemplo, en Europa y en Oriente Próximo, el Homo sapiens convivió y se relacionó con el Homo neanderthalensis: el neandertal.
La evolución, sin duda, siempre nos cuenta la historia más bella del Mundo.