El cristianismo en un principio consideró el suicidio como un gesto heroico para escapar del deshonor o como una forma de aceptar el martirio. Pero ante el gran número de suicidios de creyentes fanáticos, San Agustín equiparó el suicidio al homicidio. En la Edad Media la Iglesia Católica mantuvo la condena al suicidio, y por tanto a la eutanasia, por atentar contra «el amor debido a uno mismo, la sociedad y el derecho exclusivo de Dios sobre la vida del hombre «.
Actualmente tanto la Iglesia Católica, como la Ortodoxa, rechazan la eutanasia porque consideran que es un suicidio por parte de la persona que quiere morir y un homicidio por parte del médico o persona que la practique. El Papa Juan Pablo II, en 1995, en su encíclica Evangelium Vitae confirmó que la eutanasia está en oposición directa al quinto mandamiento: «No matarás». Pero en cambio, muchos médicos y ciudadanos practicantes de estas o de otras religiones, según estudios realizados en varios países, admiten haber aplicado medidas activas para acelerar la muerte de aquellos pacientes o familiares enfermos que lo habían pedido.
Por lo tanto, indistintamente de las creencias religiosas, las personas adoptan actitudes diversas ante la eutanasia. También se argumenta en contra de la eutanasia por la colisión entre el derecho del paciente con el deber del médico, que por su código hipocrático debe priorizar la vida y evitar la muerte. El juramento hipocrático establece que el deber del médico es eliminar el dolor y no la vida del paciente.
Los sectores más reaccionarios en contra de la eutanasia utilizan la experiencia del nazismo como argumento. El nazismo implantó el exterminio y el asesinato masivo con el nombre de eutanasia a finales de 1939. Hitler autorizó la aplicación de «la eutanasia», a un niño ciego, con deficiencias mentales y con sólo dos extremidades. Después, la Alemania nazi aprobó una norma que obligaba a informar a las autoridades del nacimiento de niños con defectos físicos, y tres peritos decidían si debían continuar viviendo. Poco después Hitler dictó las normas legales que legitimaron «la eutanasia» como la supresión de «vidas humanas sin valor».
Después vendrían los campos de concentración y el holocausto como genocidio étnico, político y religioso de los judíos, gitanos, homosexuales, polacos, comunistas y otros sectores de la izquierda política, discapacitados físicos y mentales que la Alemania Nazi fue haciendo prisioneros con la invasión de países europeos durante la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la llamada «solución final» o de la “eutanasia nazi”, está claro, que estamos ante un a horrible perversión del lenguaje.
Hay personas pues, que asocian la eutanasia a la concepción religiosa de crimen, porque «los seres humanos no pueden decidir el final de sus vidas, sólo Dios», o en la nazi de asesinato. Esta argumentación estará presente en el debate que acompañará la tramitación de la ley de eutanasia en España.