Experiencias, historias y reflexiones del Foro de Mujeres Periodistas del Mediterráneo: un viaje por el coraje de las mujeres en el periodismo y la importancia de combinar información y educación para el cambio social.
Cuando solicité estas prácticas en el Foro de Mujeres Periodistas del Mediterráneo, celebrado durante la semana del 25 de noviembre de 2024, no esperaba ser seleccionada. Mi perspectiva del mundo está más influida por la educación social que por la vertiente profesional del periodismo. Sin embargo, durante el foro me di cuenta de que mi experiencia en este campo no solo ofrecía una perspectiva única, sino que también complementaba los debates y las reflexiones compartidas.
Participar en un acto centrado en las periodistas fue muy significativo para mí. Son oportunidades que probablemente no habría tenido tan pronto, o quizá nunca. Este espacio me permitió comprender un lado diferente del periodismo, un campo que solo conozco superficialmente, pero que resultó enriquecedor y lleno de historias transformadoras.
Cuando se habla del papel de la mujer en el periodismo, a menudo se asocia con profesionales que aparecen en las noticias, que leen textos escritos por otros, percibidas principalmente como una «imagen bonita» que hay que transmitir. Sin embargo, el foro sacó a la luz la realidad de las mujeres periodistas, que van mucho más allá. Mujeres que arriesgan su seguridad para contar historias, dar voz a las minorías, que se enfrentan a constantes amenazas y a menudo viven sin ingresos estables. Algunas incluso abandonan sus países de origen en busca de oportunidades para exponer la verdad y causar impacto.
Estas mujeres hablan de feminismo, luchan por la libertad de expresión y se enfrentan a las dificultades que conlleva hacer periodismo en contextos como África y Palestina. Uno de los momentos más conmovedores fue escuchar el relato de Leah Pattem sobre su viaje desde África hasta el sur de España, en el que puso de relieve la dura realidad de los cadáveres sin identificar. El relato de familias explotadas por actividades clandestinas mientras intentaban identificar a sus seres queridos, cuyos cuerpos sin vida eran trasladados en camillas, fue estremecedor y sobrecogedor. Se trata de personas que lo han perdido todo, incluso la vida, en un intento por lograr una existencia más digna.
Otra historia inspiradora fue la de Iliana Papangeli, que se acercó al periodismo por necesidad económica, sin formación inicial en la materia. Lo que empezó como una oportunidad práctica se convirtió en una pasión que la llevó a labrarse su propio espacio y a alcanzar el puesto de directora ejecutiva del periódico de investigación Solomon en Grecia.
Por último, historias como la de Jumana Shaheen han iluminado la realidad de Gaza y el impacto del periodismo en escenarios de conflicto extremo. Estas historias, y muchas otras, no solo han puesto de relieve el papel de la mujer en el periodismo, sino que también han abordado cuestiones profundamente humanas y universales, como la maternidad, la salud mental y el liderazgo.
Reflexionando sobre todo ello, no pude evitar pensar en las víctimas de la violencia que, con tanta frecuencia, viven en los márgenes, sin saber cómo ni dónde buscar ayuda o encontrar un lugar seguro donde refugiarse. Ahí radica mi conexión con la educación social, un campo que me enseña que el primer paso para ayudar a alguien es construir un puente de confianza y comunicación. ¿Cómo podemos hacerlo de forma discreta, sin crear alarma, pero eficazmente?
El periodismo y la educación social desempeñan un papel fundamental en este proceso. Gracias a reportajes humanizados, historias impactantes y campañas que animen a la gente a hablar, es posible llegar a quienes más lo necesitan. Para estas víctimas, es fundamental crear una red de apoyo eficaz. Es necesario que haya canales de denuncia accesibles y confidenciales para que no teman represalias. Las organizaciones no gubernamentales, los servicios de salud pública, las fuerzas del orden y las instituciones jurídicas deben colaborar para ofrecer refugios seguros, apoyo psicológico y orientación jurídica.
Además, como educadora social, creo firmemente que la sensibilización y la educación son fundamentales para transformar realidades. La educación no solo se recibe en la escuela, es una responsabilidad colectiva. El periodismo, cuando se alinea con esta perspectiva, puede impulsar el cambio social. Las historias bien contadas despiertan empatía, provocan reflexión e inspiran acciones que transforman vidas.
Durante el foro, me quedó claro que vivimos en una era cada vez más digital, en la que las noticias deben ser veraces, éticas y fundamentadas. La educación y el periodismo son herramientas complementarias que, juntas, pueden tender puentes entre comunidades y crear soluciones a los retos sociales. Promover el pensamiento crítico y la indagación desde una edad temprana es nuestra tarea como sociedad para avanzar hacia un mundo más justo e inclusivo.
En definitiva, el Foro de Mujeres Periodistas del Mediterráneo no solo fue un espacio para aprender sobre periodismo. Supuso una invitación a la acción, a la empatía y a la responsabilidad colectiva. Salí del evento con la certeza de que, independientemente de mi formación inicial, puedo formar parte de esta transformación y contribuir a un mundo en el que las historias no solo se cuenten, sino también se escuchen y se conviertan en transformadoras.