El litoral mediterráneo ha sido testigo del creciente impacto de los fenómenos meteorológicos extremos. Del desbordamiento del Turia en 1957 a la tragedia actual en la misma región, el cambio climático se erige como un factor clave en el paso de la “gota fría” a las DANAs cada vez más persistentes.
Octubre de 1957, ciudad de Valencia: las lluvias torrenciales provocaron el desbordamiento del río Turia, dejando la ciudad anegada y más de 80 muertos. Tras la tragedia ―conocida en la memoria popular como la riuà― se puso en marcha el Plan Sur, una infraestructura faraónica para desviar el cauce del río del centro de la ciudad y hacerlo capaz de soportar una mayor cantidad de agua.
Septiembre de 1962, Vallès Occidental, provincia de Barcelona: las precipitaciones desmesuradas de la noche del 25 provocaron el desbordamiento de los ríos Llobregat, Ripoll y Besòs, causando devastadoras inundaciones y dejando a su paso destrucción masiva. Nunca se llegó a concretar la cifra de víctimas, calculadas entre 600 y 1000. La falta de planificación urbana puso de manifiesto la desigualdad, ya que gran parte de los muertos vivían en condiciones de chabolismo en zonas inundables como las orillas de los ríos.
Octubre de 1970: un episodio de “gota fría” trajo lluvias intensas a la región de Murcia y Almería, provocando desbordamientos fluviales. Se contabilizaron aproximadamente 20 muertos. Septiembre de 1996: lluvias torrenciales causaron inundaciones en Almería, afectando a varias localidades. Murieron al menos 8 personas.
En el siglo XX, la escuela de meteorología alemana acuñó el término “kaltlufttropfen”, traducido como “gota de aire frío”. El concepto llegó a España y caló hondo en el imaginario como “gota fría”, especialmente para referirse a estas lluvias torrenciales e, incluso, en ocasiones, a las consecuentes inundaciones. El experto José Antonio Fernández Monistrol apuntaba que “en español, la expresión gota fría llegó a desvirtuarse y a ser asociada a cualquier tipo de situación de precipitaciones abundantes. El término DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) se usa actualmente en lugar de la denominación ‘gota fría’, que ha venido siendo utilizada de forma generalizada y, algunas veces, de forma errónea”. A partir de los 2000, con el cambio de siglo, se empezó a popularizar el término DANA, más preciso y técnico, cuyo uso oficial y científico está ya ampliamente aceptado. Ahora bien, la DANA está en el ojo del huracán para los reaccionarios, y es que la ultraderecha negacionista del cambio climático rechaza no solo utilizar el término, sino aceptar los indicios científicos que apuntan a que este fenómeno cada vez será más recurrente y destructivo.
Octubre de 2024, área metropolitana de Valencia: a primera hora de la mañana del día 29, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) declaró el nivel de alerta roja en diversas zonas de Valencia. No sería hasta pasadas las ocho de la tarde cuando Protección Civil, de competencia autonómica, dio la alerta masiva. En ese momento, las inundaciones ya habían anegado parte del territorio. Hasta el momento, las cifras oficiales declaran más de 200 muertos, y aún sigue la búsqueda de desaparecidos.
El desvío del cauce del Turia, tras el Plan Sur que se llevó a cabo con la riuà, evita la inundación de la ciudad de Valencia. Las poblaciones impactadas por la estructura hidráulica pasan a ser las del sur de la metrópolis, que, con el boom industrial entre los 60 y los 80, experimentaron un aumento de población en búsqueda de trabajo en sectores manufactureros y comerciales. El cinturón metropolitano sur, que tiene un perfil obrero y comprende poblaciones como Sedaví, Benetússer, Alfafar y Massanassa, ha sido el gran damnificado por la DANA.
De qué hablamos cuando hablamos de DANA
La DANA es un fenómeno meteorológico que ocurre cuando una masa de aire frío se desprende de las corrientes atmosféricas principales y queda «atrapada» en altitudes altas de la atmósfera. Como explica de modo gráfico la meteoróloga Mar Gómez en ElTiempo, estas tormentas ocurren cuando la corriente en chorro polar, que normalmente se desplaza de oeste a este, empieza a ondularse y a formar curvas, “estas ‘formas’ aíslan una parte de esta circulación como si fuera una bolsita fuera de la propia circulación de la atmósfera”, desarrolla la profesional. Esto provoca inestabilidad, especialmente si esta masa de aire frío se encuentra con aire más cálido y húmedo en niveles bajos, como el que suele haber en zonas cercanas al Mediterráneo.
El territorio y la estacionalidad propician el escenario explosivo
Como apuntan desde hace años expertos en la materia, el Mediterráneo occidental presenta uno de los niveles de riesgo de inundación más altos de toda Europa. María del Carmen Llasat Botija, catedrática de Física de la Atmósfera del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Barcelona, analiza la idiosincrasia del territorio en el informe Riesgo de inundación en España: análisis y soluciones para la generación de territorios resilientes. “El Mediterráneo es un mar cálido y casi cerrado, rodeado de una orografía caracterizada por un notable relieve montañoso. Favorece la ciclogénesis y la existencia de una masa de aire con una elevada humedad, inestabilidad y energía latente, con el consecuente desarrollo de episodios de tiempo adverso como son las inundaciones súbitas o los fuertes temporales de viento”, explica. “Todo ello hace que la predicción del tiempo, y, por ende, la predicción climática, sean más complicadas de lo usual”, añade Llasat Botija sobre el factor errático que ello conlleva.
La explosión de fenómenos hidrometeorológicos en el territorio está íntimamente relacionada con las condiciones estacionales y las temperaturas locales. En el estudio, la catedrática señala que las lluvias convectivas ―que se producen cuando el aire caliente asciende y forma nubes― son características del verano y principios de otoño, debido al calor y la inestabilidad atmosférica que prevalecen en esta época. En la región mediterránea, estas lluvias tienden a ser breves y localizadas en verano. Pero en otoño, cuando las aguas del mar alcanzan temperaturas más elevadas y la actividad atmosférica aumenta, con la aparición de fenómenos como ciclones, la intensidad de las lluvias puede pronunciarse de manera alarmante. Esta confluencia de factores puede dar lugar a eventos meteorológicos catastróficos, provocando precipitaciones mucho más fuertes y prolongadas que, a su vez, generan inundaciones y otros problemas graves para las comunidades afectadas.
La emergencia climática, catalizadora de la DANA (y las que vendrán)
La alteración del ciclo hidrológico global, como señala el Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático, está modificando la distribución y frecuencia de lluvias y sequías en todo el mundo. Este cambio representa un desafío sin precedentes, ya que cientos de millones de personas se ven obligadas a adaptarse a condiciones hídricas que eran desconocidas hasta hace solo unas décadas, y carecen de la perspectiva histórica necesaria para entender estas afectaciones. A su vez, la emergencia climática también está teniendo un efecto negativo en los ciclos meteorológicos. En este contexto, el meteorólogo de la AEMET, Enrique Fernández Barrera, destaca en un artículo divulgativo que el cambio climático puede influir en tres factores clave que favorecen la formación de una DANA: “el aporte de humedad, que se puede favorecer por un Mediterráneo más cálido o por una mayor entrada de aire subtropical húmedo; una mayor inestabilidad en las corrientes en chorro; y cambios en los patrones climáticos a una escala mayor”.
El aumento de la temperatura del mediterráneo avanza un 20% más rápido que la media planetaria según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), ello está generando un incremento en la evaporación de agua y, por ende, en la humedad atmosférica. Según la ecuación de Clausius-Clapeyron, por cada grado de aumento en la temperatura, el aire puede contener un 7% más de vapor de agua. Se generan condiciones más inestables y se alinean los astros para la formación de Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANA). La combinación de temperaturas elevadas y una mayor carga de humedad aumenta el riesgo de inundaciones severas en la región, exacerbando la fuerza de estas tormentas.
El impacto del cambio climático antropogénico vuelve el mundo más hostil para el ser humano. Discursos populistas y reaccionarios intentan desacreditar las evidencias científicas; ante las advertencias sobre el aumento en la persistencia y la intensidad de las DANAs, se busca ―ya que, como dirían algunos “sectores nostálgicos”, cualquier tiempo pasado fue mejor― un regreso al «kaltlufttropfen». Estas tácticas de instrumentalización tienen como objetivo socavar la confianza de la población en las instituciones científicas, priorizando el ciclo de producción y minimizando la relevancia de los datos disponibles. Este debilitamiento de la credibilidad permite que gobiernos de tendencia reaccionaria eviten la adaptación de infraestructuras y protocolos a las condiciones climáticas cada vez más extremas. Con una gestión de la prevención nula y posteriormente una intervención que deja mucho que desear, de momento en el cinturón sur metropolitano, tras la tormenta, no ha llegado la calma.