Los jóvenes que se manifestaban en París en el mes de mayo de 1968, hace 55 años, querían cambiar el mundo. Pero no se puede transformar el mundo sin cambiar la vida cotidiana de las personas. Los jóvenes rechazaban las viejas estructuras económicas y sociales. Pero eran conscientes que antes necesitaban una revolución de las conciencias que hiciera posible una civilización con nuevos valores. Y que permitiera una vida menos dependiente del trabajo monótono. Una vida más digna y creativa.
Mayo del 68 significa la emergencia de la juventud como nuevo sujeto histórico. Certifica la muerte de los viejos dogmas y explora otros caminos para pensar la realidad y hacer política. Sustituye las reivindicaciones de carácter material y económico por otras demandas cualitativas radicalmente distintas: porque no se trata de mejorar el orden existente sino de construir uno nuevo.
Por eso, el movimiento estudiantil de los años sesenta denuncia tanto al sistema capitalista de mercado (“opresor, consumista y competitivo”) como al socialismo de Estado (“con sus mecanismos jerárquicos autoritarios, burocráticos y represivos”). Por encima de todo, los jóvenes buscaban nuevos espacios y relatos de liberación individual y colectiva.
Mayo del 68 es, sobre todo, París. Pero hay otros mayos simultáneos con un precedente poderoso en las aulas universitarias de Berkeley (California, Estados Unidos), que entre otras luchas, protagoniza la oposición a la guerra del Vietnam. La protesta de Praga (Checoslovaquia), que busca una tercera vía de socialismo en libertad para desprenderse de la Unión Soviética y que fue reprimida con tanques. La matanza en la plaza de las Tres Culturas de México DF por las protestas por la corrupción del PRI, el partido gubernamental. Berlín y otras ciudades europeas y americanas.
La valoración histórica
Cincuenta años después, las valoraciones de la revuelta son muy diversas. Algunos analistas consideran que las protestas fueron un estallido meramente hedonista, individualista, sin apenas trascendencia histórica. Hay quienes desearían olvidarla porque aún no encuentran explicación y les resulta incómoda. Otros siguen idealizándola acríticamente y hay quienes consideran que en términos políticos fue un fracaso, pero no lo fue en términos de civilización.
La verdad es que jamás en un solo año se cruzaron tantas ideas y propuestas. Los jóvenes proclamaban que era el momento de “buscar la playa bajo los adoquines”. No fue en vano. En menor o mayor medida, a partir del año 1968 surgen el feminismo, el pacifismo, el ecologismo, el antiimperialismo, el respeto a las minorías, el comunitarismo, la lucha por los derechos civiles, la revolución sexual y otros cambios en la vida cotidiana que imprimían un nuevo sello a los procesos revolucionarios anteriores.
La utopía de pedir lo imposible
Las paredes se convirtieron en el instrumento fundamental de comunicación utilizado por los estudiantes. Fue la apoteosis de los graffiti. Los jóvenes escriben normas, reflexiones, deseos, propuestas y citas de pensadores y poetas. En el sustrato de fondo late siempre la crítica a la universidad ‘capitalista’. Los manifestantes denuncian que “la Universidad se dedica a formar a los futuros cuadros ejecutivos para la explotación de la clase obrera y para ingresar en los grandes negociados militares y políticos”.
“Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Este es uno de los grandes lemas del Mayo del 68. Refleja el carácter utópico del movimiento. Las facultades ocupadas y las calles son espacios para compartir sueños y esbozar utopías de todo tipo. Para ello, los jóvenes dan rienda suelta a la creatividad y a la imaginación. Apuestan por el azar y la espontaneidad, lejos de cualquier dogma o plan previamente establecido. Viven intensamente el momento presente con el ánimo de desprenderse de ataduras y prejuicios. Mantienen una actitud constante de rechazo, pero nunca de resignación, frente al orden social establecido. De la reacción, los jóvenes pasan a la creación: artística y política, personal y colectiva. Porque los deseos se toman como realidades.
“Queda terminantemente prohibido prohibir”. Es otro de los grandes mensajes del Mayo del 68. Expresa el deseo de ejercer la máxima libertad: en el uso de la palabra; en el poder pensar por sí mismo sin que medie imposición ni condicionamiento de ningún tipo; en lo que se quiere estudiar y aprender; en el funcionamiento interno de las instituciones: trátese de las facultades o de las residencias donde se exige que se termine con la prohibición de que los chicos puedan entrar en las habitaciones de las chicas.
Los jóvenes cuestionan radicalmente las normas y costumbres que prohíben el amor libre, porque se entiende que tampoco hay revolución social sin revolución sexual. Como dice A. Breton, uno de los iconos del mayo francés, la revuelta creadora se ilumina a través de tres caminos: la poesía, la libertad y el amor. “No queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre se compensa por la garantía de no morir de aburrimiento”.
Críticas a la universidad
“En los exámenes, responde con preguntas”. Esta frase resume la actitud de crítica a un sistema educativo que los estudiantes consideran rígido y anticuado. Los estudiantes impugnan los exámenes “como instrumento servil de promoción social y jerárquica, que excluye a los hijos de la clase obrera”. Plantean la supresión de las pruebas memorísticas al uso y su sustitución por la evaluación continua.
Los jóvenes recuperan los postulados del filósofo Sócrates con sus preguntas que obligan a pensar para comprender mejor el mundo y la condición humana. Y regresa también Hamlet (el personaje de Shakespeare) con sus dudas que desafían las respuestas correctas y las verdades absolutas. La racionalidad tecnocrática se pone patas arriba. No podía ser de otro modo porque la filosofía y el espíritu del 68 abominan de toda tipo de clasificación y control.
Los jóvenes quieren participar. Y no de cualquier modo, sino a partir de la democracia directa, el poder estudiantil y la autogestión. Los jóvenes toman como hitos históricos ilustrativos la Comuna de París, los consejos obreros, los soviets de los primeros compases de la revolución soviética y la revolución proletaria de 1937 durante la Guerra Civil española, a través de las colectivizaciones agrarias e industriales.
Daniel Cohn-Bendit, uno de los más lúcidos y significados dirigentes estudiantiles, lo tenía muy claro: “Queremos la autogestión de la Universidad, no la cogestión compartida con los profesores y las diversas autoridades. No, queremos pura y simplemente la autogestión. La Universidad es de quien la hace servir, y quien la utiliza son los estudiantes. ¿Está claro?, Por tanto, somos nosotros quienes debemos gobernarla en el futuro”.
La sombra del Mayo del 68, tan imprecisa como alargada, también dejó su poso en España en distintos momentos. En los conflictos universitarios con algunas tentativas minoritarias en la búsqueda de clases y seminarios alternativos; en procesos formativos docentes como la Escuela de Verano del 69, con debates provocativos y una reducción sustantiva de los cursos para dedicarlos al libre intercambio de ideas; en las largas e intensas fiestas de la palabra y el arte, libertarias y contraculturales, durante la Transición; o en el movimiento de los indignados del 15-M con las plazas convertidas en foros de debate permanente: una de las experiencias más ricas de participación democrática y autogestión política.